Casi 500 días habrán pasado entre la aprehensión de Eukid Castañón Herrera por el presunto delito de extorsión, falsear información y manejo de recursos de procedencia ilícita y el día de la jornada electoral del 6 de junio.

La numeraria que arroja un análisis de la estadía de este personaje en reclusión, quien llegó a considerarse como el más poderoso de los integrantes del grupo del exgobernador Rafael Moreno Valle, quien pereció en diciembre de 2018, no deja de propiciar motivos para la reflexión.

Castañón Herrera rebasó con mucho los linderos del estado de Puebla para operar la campaña presidencial en todo el país del fallecido Moreno Valle, lo que lo colocó mucho más allá del círculo de influencia que habían tenido Fernando Manzanilla, actual usufructuario del Partido Encuentro Solidario; Antonio Peniche y otros.

Desde hace diez años no hubo un solo proceso electoral en Puebla y algunas entidades más, como ocurrió en Querétaro, Tamaulipas o Quintana Roo, en donde no estuviera la mano del hombre que desde el 18 de marzo de 2020 permanece en el sistema carcelario de Puebla.

En la elección que resultó ganador Antonio Gali Fayad, el exmandatario, que mantiene a sus operadores electorales en el partido de Gerardo Islas, Fuerza por México, Castañón presumía tener 2.5 millones de “promovidos”, en el proceso de 2016.

En el argot electoral, los mapaches dedicados a la manipulación de voluntades en periodos de comicios, el número de “promovidos”, no son sino los votos comprados a través del uso de ríos de dinero en efectivo, cuya procedencia siempre es sospechosa porque fluye de dos fuentes: son recursos de presupuestos oficiales manipulados, o de la delincuencia organizada.

Gali ganó por el esquema de operaciones electorales del grupo de Moreno Valle, ejecutado por quien ahora duerme en una celda del penal de mediana de seguridad de Tepexi de Rodríguez.

Hubo dinero a manos llenas para la compra de líderes en puntos clave del estado, y una buena dosis de violencia de género detrás de una durísima campaña negra que tuvo como principal objetivo a la candidata de esa campaña: Blanca Alcalá Ruiz.

La estrategia fue aún más cruenta con el candidato Miguel Barbosa en 2018. No hace mucho, uno de los dirigentes del Partido Acción Nacional por aquellos días terminó por admitir off the record lo que estaba a luz pública: Martha Erika Alonso, consorte del jefe de ese clan, no ganó el brutal proceso comicial de 2018.

La mano de Castañón Herrera volvió a aparecer en ése, como en el resto de los comicios intermedios, que vivieron los votantes en periodos intermedios para decidir las alcaldías de mayor peso en la escena y en el Congreso de Puebla a lo largo de diez años consecutivos.

Una década operando elecciones en Puebla y puntos estratégicos del país bajo la sombra ominosa de los operadores del morenovallismo, con Castañón a la cabeza, no es asunto menor.

Si como anticipa el equipo del candidato Eduardo Rivera Pérez la ventaja los favorece a tres semanas de la jornada, se habrá roto un mito alentado desde las entrañas del grupo de Moreno Valle: sólo ellos eran capaces de ganar comicios.

 

@FerMaldonadoMX

Parabólica por Fernando Maldonado