Durante una charla realizada para El futbol sólo es el pretexto de TUDN, el periodista y escritor español Enrique Ballester tiraba por la borda el cansino y —sobre todo— dañino discurso del “o ganas o eres fracasado” que, durante los últimos años, lamentablemente, se ha convertido en la narrativa del mundo.
“Ser de un equipo que pierde y no ser muy guapo es lo normal en la vida y no hay que frustrarse por eso; entonces es cuando valoras más esos momentos de victoria y de alegría, pero es peligroso ese mensaje que nos dan continuamente del que no gana, el que no es número uno, es un fracasado, cuando no siempre es así. Ni en el futbol ni en la vida”, relataba Ballester a través de una videollamada, a pocos minutos de haber conquistado el premio al Mejor Libro del Año 2020 de la revista Panenka por Otro libro de futbol, la tercera obra de su carrera literaria.
La frase vino a mi memoria por dos cuestiones: primero, por aquella imagen del domingo pasado donde, tras consumarse la eliminación, a pesar de la tristeza generalizada, la afición enfranjada se entregó en porras, aplausos y besos a la distancia a los jugadores cuando estos ponían rumbo al vestidor, en una despedida llena de cariño que hace tiempo no se veía en el Cuauhtémoc.
Y segundo, porque justo antes de comenzar a escribir esto, la Franja dio a conocer la conferencia del argentino Nicolás Larcamón, a pocos minutos del trago amargo, donde comparte una idea similar a la de Ballester: “Creo que el fútbol, muchas veces, peca de exitismo y resultadismo y se pierde de vista lo construido y los valores que se pregonaron a lo largo de todo el trayecto… y hoy es motivo por el cual nos vamos con la frente en alto, no solamente por los resultados sino por muchas cosas vividas en la interna del grupo, y es lo que a mí personalmente más me enorgullece y más me motiva de cara a lo que va a ser el futuro”.
Después de un torneo de ensueño donde superó las expectativas de propios y extraños, la Franja de Larcamón ha dado un golpe de autoridad sobre la mesa del futbol nacional. Y lo mejor de todo es que esta ilusión en el sentir del aficionado no está basada en la irracionalidad, sino en la construcción de un proyecto competitivo ya comprobado; de un equipo en toda la extensión de la palabra.
Por supuesto, el haber realizado una exhibición de tal magnitud ha dejado algunas consecuencias —que no ‘desgracias’—: Larcamón fue renovado por tres torneos más; las probables ventas de algunos futbolistas (que ayudarán a sanear las finanzas del club); la confianza del enfranjado en el jugador que defienda su camiseta, sea quien sea; el volver a pintar nuestra casa de azul y blanco; etc.
Si el precio a pagar es sentirnos así al final de cada torneo; si así logramos entender que la identidad es muchísimo más que los resultados; sí —como decía Ballester— asimilamos que ser de un equipo que pierde y no ser muy guapo es lo normal en la vida para así valorar esos momentos de alegría, pues entonces que el ‘laburo’ continúe por mucho tiempo más.
Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.
@donkbitos16
Atando Cabitos por Miguel Caballero