La maquinaria electoral del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador hace agua. La referencia directa al mandatario obliga. Las elecciones intermedias han sido tomadas siempre como un referéndum luego de la primera mitad de gestión presidencial.

López Obrador y el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional tendrán este domingo que pasar esa aduana, que obliga a conseguir la mayoría calificada o absoluta, con o sin aliados. No sólo depende de ello el margen de maniobra que necesita un Presidente para sacar sus reformas legislativas en la Cámara Baja. Es, en sí mismo, una derrota o victoria política.

El último presidente en obtener una notable mayoría en una elección intermedia fue Carlos Salinas de Gortari, a quien López Obrador ha llamado “El Innombrable”. En 1991, el priista llegaba a su segundo periodo de mandato luego de un ilegítimo triunfo en 1988.

No sólo consiguió uno de los más altos porcentajes de votación hace tres décadas, con un 65.5 por ciento para elegir un nuevo Congreso, sino que, además, alcanzaron 320 posiciones en el Legislativo; el Partido Acción Nacional sumó 89 y un naciente PRD, 41.

Atrás dos franquicias que dejaron la esfera partidaria para ya no aparecer jamás, el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), al cual jocosamente se le conocía como “El Ferrocarril”; y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), con 23 y 15 diputados respectivamente.

La maquinaria de generación de votos priista comenzó a menguar seis años después, cuando en 1997 era presidente un priista atípico que acuñó la “sana distancia” entre el Jefe del Ejecutivo federal y el partido en el poder, Ernesto Zedillo Ponce de León, al obtener una holgada ventaja con 239 disputados en San Lázaro; el PAN 121; y por primera vez, un partido de izquierda como el PRD, 125 curules. El exmandatario consiguió, sin embargo, 75.2 por ciento de participación del padrón electoral. Podría decirse que ganó perdiendo.

La alternancia política que vivió el país con la llegada de Vicente Fox Quesada en 2000 y Felipe Calderón Hinojosa, en 2006, no tuvo el mismo efecto en los comicios de 2003 y 2009. Ninguno de los dos presidentes pudo obtener las mayorías necesarias, y fueron obligados a negociar con la oposición, particularmente con el PRI.

En la primera elección que enfrentó Fox, el nivel de participación cayó a 41 por ciento y su partido alcanzó apenas 153 diputaciones; el PRI volvió a obtener una cómoda ventaja de 223 espacios; el PRD, 97; y de manera respectiva, el Verde y PT, 17 y 6 curules.

Con Calderón Hinojosa, los números fueron aún más modestos. Su partido obtuvo 143 representantes populares y el PRI volvió a ser mayoría con 237; PRD llegó a 71 y el Verde 21. Partidos pequeños como el PT, Convergencia y el Panal tuvieron entre 13 y 6 lugares en la composición de la Cámara.

Con el regreso del PRI a la Presidencia de la mano de Enrique Peña Nieto, no significó un cambio en la tendencia decreciente en participación ciudadana y, por primera vez, ese partido desde la era de Zedillo Ponce de León no se tuvo la cómoda mayoría.

En la elección de 2015 consiguió 203 diputados, el PAN 108, PRD 56 y, por primera vez, el partido hegemónico en el presente, Morena, tuvo 35 asientos en el tablero legislativo al que también se añadieron 47 para el Partido Verde y 25 para el Movimiento Ciudadano.

No existe un patrón de conducta del electorado y tampoco una variable que permita medir con precisión el efecto que tendrá el papel de AMLO en la boleta el domingo 6. La gran interrogante es si alcanzará la mayoría necesaria, con o sin aliados legislativos.

El desaseo en la confección de las candidaturas a diputados y ediles también van a imprimir otra ruta del electorado que es difícilmente atendible desde una visón macro. Los números de diversas empresas de medición de opinión hacen prever porcentajes mínimos de participación y alta competitividad entre las alianzas opositoras y la oficial.

El resultado en ambos casos podría significar una derrota política para López Obrador.

 

@FerMaldonadoMX

Parabólica por Fernando Maldonado