El domingo 1 de julio de 2018, ya con resultados de encuestas de salida en la histórica jornada electoral que daría la mayoría de los sufragios a la Cuarta Transformación, Eduardo Rivera Pérez había comenzado a madurar la idea que con el avance del Programa de Resultados Electorales Preliminares: comunicarse con su oponente, Claudia Rivera Vivanco.

El entonces candidato a la presidencia municipal por el Partido Acción Nacional tendría la cortesía política con quien los había vencido en las urnas por el acompañamiento en la boleta de Andrés Manuel López Obrador para anticiparle que haría una rueda de prensa para reconocer su derrota y desearle suerte en el mandato.

La llamada se concretó luego de varios intentos frustrados. La comunicación se consiguió apenas abandonaba la conferencia en la que había terminado por reconocer “como demócrata” que en democracia se gana y se pierde. “El voto no me favoreció, te felicito y te deseo la mejor de las suertes”, fueron las palabras transmitidas.

El gesto de cortesía política tenía como telón de fondo un conjunto de caras largas, envueltas en un conjunto de sentimientos. Tristeza y frustración resultado de la contienda. Juan Carlos Espina, Enrique Guevara, Luis Armando Olmos (qepd); y sobre todo su familia, Lilianas esposa e hijos Ilse, Eduardo y Alejandro.

La respuesta fue bien recibida. El compromiso de reunirse con los regidores del PAN que serían la bancada de oposición en el naciente gobierno de Morena, el partido de izquierda que se había llevado casi carro completo en la elección concurrente de ese 2018.

Como es habitual que sucede con la clase política cuando ya el interés por el sufragio ciudadano pasó a un segundo plano, la promesa de Claudia Rivera se desvaneció como el viento. La cita fue postergada y luego, ignorada por completo.

La curva de aprendizaje de un equipo nuevo en el gobierno de la capital fue notorio. La impericia política de quienes acompañaron a la gobernante, entre quienes se encontraban Liza Aceves, Javier Palou, Andrés García Viveros y René Sánchez Galindo fue la constante.

No sólo se convirtieron en presos de sus erráticas decisiones, sino que se fueron aislando. Pronto sus interlocutores naturales como los organismos de comerciales y empresariales marcaron distancia por la falta de tacto y oficio en el círculo de Rivera Vivanco.

Rivalizaron hasta el extremo con quien había sido aliado, Miguel Barbosa Huerta con quien también se marcó distancia al extremo de pactar primero con Martha Erika Alonso y Luis Banck mientras el litigio post electoral se extendía en el tiempo.

La falta de continuidad de acuerdo propició de manera involuntaria que el gobierno saliente se viera envuelto en agrias y extensas discusiones estériles con los regidores de partidos políticos antagónicos al grupo de Claudia Rivera.

Frente a los acicates de la oposición, incluidos los del llamado G-5 de Morena, cuánto hubiera ayudado concretar la reunión con los panistas que se quedaron plantados desde la llamada pendiente del verano de 2018. Esa primera decisión errática explica en buena medida el resultado de la contienda. La llamada pendiente quedó para el olvido.

 

@FerMaldonadoMX

Parabolica.mx por Fernando Maldonado