El Club Puebla ha anunciado la baja de jugadores clave de la ilusionante actuación en el reciente torneo donde, contra todo pronóstico, logró clasificarse a semifinales: Santiago Ormeño y Omar Fernández. Y con ello, y sin razón alguna, se ha desatado un ambiente de desesperación alrededor.

Lo de Santiago Ormeño fue un caso gratamente atípico: un jugador a quien —de manera bien entendida— la pandemia le benefició con la peculiar eLigaMX para convertirse en figura del equipo sensación del torneo, en el mejor delantero mexicano de la última temporada —al grado de cuestionarse su convocatoria al Tricolor— y quien, gracias a su carisma, se volvió en un rockstar del futbol nacional.

Sobre Omar Fernández, hay que decirlo, el colombiano fue un jugador intermitente en sus comienzos con el club. Su calidad no estaba en discusión, pero aparecía a cuentagotas, y no fue hasta el cierre de la etapa de Enrique Meza y luego con Juan Reynoso cuando logró afianzarse. Posteriormente, ya con Larcamón —y como él mismo lo dijo—, el Parcerito cosechó el trabajo y la mierda tragada para consolidarse como el maestro de orquesta, un consentido de la afición y uno de los jugadores con mayor expectativa de la liga.

La situación puede generar dudas, claro: dos futbolistas clave de un equipo que brindó un espectacular torneo y que llegó a la antesala de la pelea por el título; sin embargo, con el campeonato finalizado apenas días atrás y con mes y medio por delante para el siguiente, el drama generado no tiene fundamento.

Después de lo vivido, con un torneo tan emotivo e ilusionante —sobre todo en Puebla, donde estas cosas no nos suceden muy a menudo— lo normal es aferrarse a las figuras, pero es necesario un baño de realidad: sumado al contexto del Covid-19, el cual no sólo afectó a la Franja, sino a la Liga MX y al futbol mundial, Puebla no es un equipo con la capacidad de hacer grandes contrataciones ni de retener a jugadores a base de billetazos. Hoy, lejos de romanticismos ajenos a la realidad de la industria, es el momento perfecto para el club de sanearse económicamente.

Los jugadores, por supuesto, saben también lo que hoy valen, lo que pueden cobrar, y Puebla no es el sitio donde cumplirán sus expectativas. Y no pasa nada. Además, ¿por qué cerrarles las puertas? Si Ormeño y Fernández —y quien sea— se van es para crecer, porque les fue bien aquí y al club con ellos; incluso, hasta por conveniencia, hoy tienen la oportunidad de irse por la puerta grande y el recuerdo de la afición de un torneo memorable.

Vendría bien un poco —o un mucho— de calma, de confianza, de beneficio de la duda a un proyecto que en los últimos tiempos ha demostrado que a nivel campo y dirección técnica las apuestas tienen sentido. Las cosas, por supuesto, pueden salir bien o mal. Eso el tiempo lo dirá. Para no ir más lejos, seis meses atrás, nadie apostaba por la preciosa despedida que vivimos hace unos días en el Cuauhtémoc.

El equipo, no sólo a nivel plantilla, sino en el banquillo y gestión deportiva, se merecen no echar ese recuerdo al olvido. Y mucho menos tan rápido y tan fácil.

Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.

 

@donkbitos16

Atando Cabitos escribe Miguel Caballero