Agotado por las visiones de un país en blanco y/o negro, quien esto escribe salió a votar como una gran mayoría de los mexicanos el domingo pasado.

Las victorias y derrotas que vinieron de los resultados electorales tienen muchísimos matices y lecturas, no solo una, como vociferos de ambos bandos quieren hacernos ver. Por ello, hacen falta análisis sin filias ni fobias del mensaje de los electores a los políticos.

En principio, más allá de 2 o 3 consejeros que se han dedicado francamente a hacer política partidaria, el Instituto Nacional Electoral está fuerte y se hizo garante de la voluntad popular. La misma voluntad popular volvió a decirle a los partidos que, si no lo hacen bien, las urnas son las vías para darles una lección del tamaño de su fracaso.

Lo que haya sido que orilló a la alta votación, dejó en claro que los ciudadanos estamos politizados, participativos y que evaluamos desempeños. Ya no somos una lista nominal vacía a la que denigran, sino que damos premios y castigos hasta cierto punto justos.

Por ejemplo, los resultados expresan que el electorado quiere seguirle dando el control del presupuesto al presidente, pero no quiere que vaya más allá en los cambios profundos a la Constitución sin negociar primero.

Los votantes reprocharon en el que ha sido bastión histórico de Morena el accidente de la línea 12, el exceso de muerte por la pandemia y la mala selección de candidatos. En gubernaturas le dieron un amplio respaldo al partido guinda, pero con un resultado mucho más competido de lo esperado. Para diputaciones y alcaldías, queda claro que la marca del partido en el poder tiene un peso específico, aunque muchos ciudadanos evaluaron también las grillas internas y el desaseo, por lo que el apoyo no fue totalitario.

Como lección, Morena recibió apenas y lo merecido en municipios claves. En Puebla y Xalapa, capitales consideradas bastiones, hubo un marcado contraste. Por un lado, en Puebla la intentona reeleccionista orilló al fracaso al partido del presidente y la candidata arrastró una oleada de votación en contra. En Xalapa, pese al descontento con la actual administración, un candidato bien posicionado salvó las papas del fuego y los llevó al triunfo, aunque también el estado refrendó su apoyo al proyecto del gobernador Cuitláhuac García en el Congreso, algo similar a lo ocurrido en las diputaciones de Puebla con Miguel Barbosa.

Bendita etapa postelectoral, en estas dos entidades no estamos hablando de la operación multitudinaria de compra masiva del voto desde Gobiernos estatales o ayuntamientos, como era imperativo en el pasado cercano. Claro, hay escenarios puntuales donde hubo estos comportamientos, pero no es la regla, sino la excepción.

Aunque no lo parezca y en medio de las incomprensibles ofensas que se lanzan entre los bandos en disputa, valoro que los resultados expresen que las cosas pudieran ir mejor y que ya no se soportará a cualquier gandalla que enarbolando la bandera de la política empeñe por décadas y décadas a la gente, sin el primer castigo del voto contrario.

 

@Olmosarcos_

Máscaras escribe Jesús Olmos