Durante las últimas semanas, la prensa y sus comunicadores han sido blanco del debate propiciado por muy diversos factores.

En la agenda política nacional se dio el inicio de la sección de #QuienEsQuienEnLasMentiras de la semana, el caso de Israel Vallarta volvió a poner en el banquillo al conductor Carlos Loret de Mola; Jorge Ramos y Alberto Peláez cuestionaron al presidente sobre temas polémicos, y el propio AMLO lanzó dardos contra la investigación del periodista Daniel Blancas, del periódico La Crónica, quien acudirá el viernes por su réplica, además se debatió sobre las fotos de la secretaria del Trabajo, Luisa Alcalde, y hasta dónde se delimita su privacidad de lo público, y hasta hizo polémica Paty Chapoy por minimizar el bloqueo norteamericano a Cuba.

Todo lo anterior, sumado a la rutinaria (que no normal) polarización que todos los días nos coloca como malos y buenos en la historia, dependiendo el sector que nos consulta y que reproduce nuestras notas.

Lo más polémico es el desmentido presidencial a las “noticias falsas”, encabezado por una poblana ha ido cobrando forma. Lo que comenzó como una irónica búsqueda de exhibir a los críticos de la actual administración, comienza a convertirse en un ejercicio de contraste de datos. Aunque sin técnica depurada y con apenas el aviso de un protocolo, Liz Vilchis tiene bajo su tutela el reto de contener a un presidente que, en su ánimo de replicar las críticas de lo que ha llamado la “prensa fifi”, termina por generalizar a un gremio que tiene todo menos homogeneidad.

Los casos de Jorge Ramos y Alberto Peláez son llamativos para la Mañanera. Se trata de periodistas con reconocida trayectoria y popularidad, gente que se precia de reportear y estar en el lugar de los hechos.

El episodio de Ramos, entre interrupciones al presidente y la insistencia que arrincona, fue rico en su resultado, incluso podría decirse que detonó la nueva estrategia presidencial para contener los homicidios dolosos. De lo dicho por Peláez, también cumple con el objetivo periodístico: propiciar un posicionamiento ante una trama internacional que ha hecho eco con el periodista Manuel Borbolla y las airadas críticas de seguidores de la 4T.

El caso Loret de Mola es un tanto más complejo, por varios años fue un vocero de regímenes y personajes que están en el basurero de la historia, ¿por ello sus contenidos deben ser menospreciados? No, pero las consecuencias de sus actos han cobrado víctimas y una de ellas tiene 16 años preso.

Y el señor no aprende, arma su defensa basada en verdades manipuladas, recibe airados reclamos por editar entrevistas de quienes lo acusan del telemontaje y quiere salpicar a su competencia del veneno que lo hizo lo que es ahora, el que lo llevó a donde está.

Lo de Paty Chapoy no extraña. La señora hace mal en desterrar de su análisis de lo ocurrido en la isla el tema del bloqueo, pero eso lo dice su agenda y su conocimiento sobre los medios de comunicación como empresas privadas que viven del capital. Es más que obvio que hagan esta omisión si han estado orientados completamente a la derecha, no solo en este país, sino en el mundo entero. En México, el cambio de poder abrió la brecha a que nuevas voces emergieran y apenas vemos en pequeños oasis un dejo de equilibrio mediático.

Hace algunos años, cuando iniciaba una incipiente carrera en el periodismo, una persona cercana me cuestionó – y bueno, ¿cuál es la verdad? -, yo respondí: habría que leer la misma nota en 8 periódicos de distinta naturaleza, sumarle un sistema de crecencias personal y ahí está. Sigo creyendo fervientemente que esa es el modo más real. ¿Y ustedes?

 

@Olmosarcos_

Máscaras escribe Jesús Olmos