En la música (como en la vida) el silencio tiene un efecto desolador y apabullante.
Esos espacios de carencia de sonido o la sensación de vacío apoderándose de la escena, nos muestran lo valioso de estos espacios blancos que llenan el espacio.
Hay de silencios a silencios; en la música existe una ínfima presencia de este ser al iniciar la danza de las notas, que se convierte en energía de reacción al concluir la melodía.
En el cine, el silencio es al mismo tiempo miedo o terror, entrega paz y tranquilidad, anticipa un cambio de ritmo o un movimiento inusual.
Hay películas enteras dedicadas a lo que hace el silencio con las mentes más brillantes, lo que hace en situaciones desesperadas, lo que hace en las sociedades.
El silencio también se mide en las relaciones interpersonales, a veces revela incomodidad, otras veces exhibe obediencia, unas más nos muestra tan frágiles como podemos ser y otras nos reconforta.
El silencio tiene más dimensiones, si hablamos de las historias de carne y hueso que nos toca reportar desde los medios de comunicación.
Duele cuando la total carencia de sonido acompaña al llanto de una madre desolada por un hijo desaparecido. Te deja helado cuando te golpea en tu entorno social, la ausencia del todo.
También tiene su contraparte, hay silencios de un minuto que la gente viste de aplausos. Entonces el silencio se convierte en algo festivo, afanoso, algo que es necesario ocultar.
En su naturaleza, el silencio también nos muestra que muchas veces no hay dardo tan envenenado que la palabra dicha sin sustancia. Lo mismo podríamos decir de muchas cosas dichas en las conferencias de prensa de nuestro presidente, o en los eventos teatrales de su antecesor o en las valentonadas del que vino antes a destrozarlo todo.
El silencio también puede ser un clamor social ante un Poder Legislativo que desoye el reclamo sonoro de sus gobernadas. El silencio también puede servir para escuchar conversaciones íntimas que no te pertenecen en un afán de ganar tu control.
El silencio también ayuda a concentrarse, a otros a perderse, a algunos más a crear y a otros a hacer huecos. Es armonía y desdén, también agobia cuando se tiene en exceso.
El silencio tiene palabras claras, más transparentes que el agua del río, dice un libro que habla de una isla bajo el mar. A veces es estremecedor como la columna rota de tu superhéroe favorito o te permite escuchar la caída de un alfiler en el sitio más recóndito. Por eso nunca hay que dejar de sentirlo.
@Olmosarcos_
Máscaras escribe Jesús Olmos