Vladimir Dimitrijević (1935-2011) fue un escritor y editor serbio, fundador de una de las editoriales más prestigiosas en Europa (L’Age d’Homme), y quien a pesar de ver truncada su promisoria carrera como futbolista profesional, debido a una lesión, decidió que, a través de las letras, el fútbol siguiera fungiendo como “el hilo conductor” de su vida.
En su libro La vida es un balón redondo (1998), breviario con el que rinde homenaje, según sus palabras, al “rey de los deportes”, Dimitrijević establece preciosas referencias y analogías entre la literatura y el fútbol, sus dos grandes pasiones.
“Se reconstruye un partido oído en la radio como se reconstruye todo libro leído. La verdadera pasión por el juego es vivida por la cabeza, es vivida por el corazón. Pienso que todo aquel período en el que no había imagen en directo era más noble”, señala Dimitrijević en uno de los poco más de cincuenta mini-capítulos que conforman su obra.
Aquella frase me lleva a lo que alguna vez el escritor mexicano Juan Villoro —al igual que Dimitrijević, personaje fuertemente vinculado a esa mezcla del fútbol y las letras— relató con nostalgia en Los once de la tribu lo que le significó vivir el juego a través de la legendaria voz de don Ángel Fernández, quien “era capaz de transformar un juego sin gloria en la caída de Cartago”.
Ambas consignas me hacen recordar aquellos días de infancia que, de no poder ir al Cuauhtémoc, mi padre y yo nos adueñábamos del radio de la sala para escuchar a la Franja. No fueron pocos los partidos que, a través de distintas voces que marcaron mi niñez, un sinfín de goles, yerros, alegrías y derrotas hicieron mi amor por el Puebla aún más fuerte.
En los últimos tiempos, a diferencia de aquel entonces, cuando algo me impide ir a mi otra casa o la Franja juega de visita, el radio ha quedado en el olvido y la televisión juega, cada vez menos, ese papel medular en mis emociones; por citar un ejemplo, uno reciente y puntual, el domingo pasado, cuando mi Puebla se estrenaba en el actual torneo contra Monterrey, en juego transmitido por la cadena Fox Sports México.
Es triste que por ignorancia o de forma deliberada, salvo contadísimas excepciones, los relatores —de todas las cadenas— han adoptado una costumbre barriobajera de olvidar que las aficiones de los clubes que pagan sus sueldos no son las únicas que siguen sus transmisiones. Aquellos períodos “más nobles” con voces dignas de “la caída de Cártago”, donde seguramente también existió uno que otro personaje oscuro, se han reducido a una constante falta de respeto a la audiencia.
Afortunadamente, siempre nos quedará el silencio.
Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.
Atando Cabitos escribe Miguel Caballero