En Laura y Julio (Seix Barral; 2006), el periodista y escritor español Juan José Millás relata la historia de amistad entre el matrimonio que da nombre al libro y Manuel, su vecino de departamento, quien de menos a más, con una fuerza demoledora, logra adentrarse en la cotidianidad de la pareja hasta destruirla.

La tensión de la trama encuentra uno de sus puntos clave cuando Manuel —considerado a sí mismo como un escritor de gran talento, pero sin obra— sufre un accidente que lo deja en estado de coma. 

A los pocos días y bajo un episodio de crisis y ansiedad, Laura decide largar de la casa a Julio, por lo que éste, aprovechando la ausencia obligada de su vecino, quien se debate entre la vida y la muerte en la cama de un hospital, se muda a su apartamento a escondidas. 

Con el paso del tiempo, mimetizado en una sombra que apenas produce ruidos para no levantar las sospechas de su mujer al otro lado de la pared, Julio termina por adoptar las formas de andar, hablar, vestir e incluso de pensar de Manuel. 

Así, bajo circunstancias muy peculiares y también con la ayuda de Amanda —su media hermana, con la que de vez en cuando logra desahogarse al ritmo de un canuto de mariguana que pocas veces le hace bien—, Julio descubre que muy en el fondo siempre ha aborrecido la relación entre su extinto matrimonio y su vecino, por lo que saberlo en estado inconsciente y a punto de dejar el mundo —su mundo— no le hace del todo infeliz. 

Más allá de ser una historia de mi santo patrono Millás, la trama viene a cuento con motivo de la narrativa —profundamente cargada de drama e histeria— que originó la salida de Lionel Messi del Barcelona, y a la cual, como Julio, he preferido observar desde las sombras, en un silencio disimulado. 

Messi, al igual que Manuel, irrumpió de manera aplastante en la vida del Real Madrid, en la de nosotros, los madridistas, en nuestro matrimonio; con la salvedad que, a diferencia del personaje creado por Millás, el argentino sí logró consolidarse como un artista absoluto, creador y poseedor de una obra monumental. 

En la recta final de la novela, los medios hermanos sostienen un diálogo vital que deja al descubierto el futuro de Julio y, por supuesto, del convaleciente Manuel: 

—Ya no estoy seguro de nada, excepto que este canuto es el único de mi vida que me está sentando bien. O que no me está sentando mal. 

—Porque te lo estás fumando conmigo, hermano. Y porque te acaban de dar una buena noticia por teléfono. 

—¿Por qué dices eso?

—Te lo he notado, te has puesto contento, aunque intentas disimularlo porque, sea lo que sea, no te lo acabas de creer. 

Tras confirmarse que el futuro de Messi está lejos del Real Madrid, al igual que Julio, a los madridistas nos llegó el momento para dejar de disimular.

Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.

 

@donkbitos16

Atando Cabitos por Miguel Caballero