Al rendir protesta como gobernador de Puebla, el 1 de agosto de 2019, Miguel Barbosa Huerta ofreció que la frivolidad, el derroche y la fantochería que caracterizó a algunos de los gobiernos del largo y añejo priato poblano, y que fue el sello de la casa en el morenovallismo, paradigma de una cuasi dictadura contemporánea, iban a desaparecer en la actual administración. Ha cumplido.
Dijo que el poder, en su mandato, no sería una herramienta de venganza o para el espionaje y la persecución. Ha sido consecuente y ha desterrado esas perversiones.
Sentenció que, a diferencia del oscuro pasado reciente, la administración pública estatal no iba a ser utilizada como forma de enriquecimiento ni como un modelo de negocios. También ha sido puntual en el desmantelamiento de ese sistema, que aún arrastra pendientes.
Ahora bien, hay unas pocas voces rabiosas que, desde las redes sociales y desde medios convertidos en instrumentos del odio personal torcido, pueden argumentar muchas cosas y criticar a Barbosa más por su estilo que por su ejercicio.
Se quedan en la anécdota solamente.
Con hiel y de manera maniquea, por ejemplo, señalan que ha tenido diferencias y enfrentamientos con personajes o con algunos grupos.
Pero los “análisis” que no muestran las dos caras de la historia son superficiales.
Los enfrentamientos, que los ha habido, han sido, muchos, en el ejercicio del desmantelamiento de privilegios del pasado y por la reducción de privilegios mal habidos que grupos específicos de interés tuvieron y que todavía reclaman como un “derecho”.
No se puede realizar un verdadero esfuerzo de análisis si se pasa por alto el terrible régimen de rapiña, abusos y violación sistemática a los derechos civiles y humanos que representó el morenovallismo.
Yo personalmente lo he escrito y descrito siempre. Hasta golpizas nos costó a algunos denunciar, durante ocho años, lo tan parecido que fue ese régimen a los que, guardando las proporciones, porque aquellos fueron nacionales, instauraron Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, en Chile, y Jorge Rafael Videla, en Argentina.
No podemos caer en la desmemoria.
Esta entrega no hará una lista de los logros del actual gobierno, esa es su tarea.
En cambio, sí hay la reclamación al olvido, porque en éste va aviesamente insertada la intención de descalificar lo que se ha logrado, que no es menor y que no ha sido fácil.
El morenovallismo fue un intento de dictadura que pretendió, incluso, instaurarse en todo el país.
Barbosa, lo sabemos y reconocemos casi todos, ganó desde la elección de 2018, pero un fraude impidió su llegada a tiempo para tener seis años completos en el gobierno.
Luego, apenas a unos meses de su arribo formal, tras una elección extraordinaria, vino la pandemia.
El combate a las muertes y a los contagios de Covid-19 ha sido constante. No hay labor más importante para la administración poblana que ésa y a ella se han alineado otras políticas públicas.
Análisis nacionales lo ubican como el tercer gobernador con el mejor manejo en este caso.
Sin esos elementos, no se pueden entender estos 730 días.
Lo demás, es maniqueísmo mal intencionado.
Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco