El debate por la sucesión en 2024 en Puebla comenzó detrás de la disputa por la dirigencia del Partido Acción Nacional, a donde se proyecta reelegirse Genoveva Huerta Villegas luego de la disposición de la dirigencia nacional por cumplir con la paridad de género.

No se tata de un debate sobre la necesaria igualdad entre personas de diferente sexo, ciertamente inacabado en todas las actividades de la sociedad en estos días, sino del futuro político, marcado por el inicio de la segunda mitad de la gestión de Miguel Babosa.

Al menos dos grupos visibles disputan la dirigencia estatal para convertirse en factor en el futuro proceso decisorio en la determinación de las candidaturas a puestos de elección popular, de entre la cuales destacan dos determinantes.

Se trata de la candidatura a la gubernatura y la presidencia municipal de la capital del estado. La presidenta en turno y legisladora federal electa representa los intereses políticos del insepulto grupo del fallecido Rafael Moreno Valle Rosas.

Aunque resulta difícil poder encontrar en el presente quien de los perfiles que en el pasado se aliaron con ese grupo político con condiciones reales de competencia electoral, no debe quedar ninguna duda de que las posiciones de mayor relevancia serán peleadas hasta con la daga en la mano.

En el otro extremo está el equipo liderado por el presidente municipal electo, Eduardo Rivera Pérez a quien ha acusado de operar aislado con un pequeño número de fieles, pero que ya venció a los adversarios con la nominación para competir en la justa electoral del domingo seis de junio.

La añeja y tóxica relación que existen entre ambos liderazgos anticipa una cruenta batalla entre correligionarios. La rudeza con que se han conducido personajes claramente identificados con Rivera Pérez como Pablo Montiel, explica la dimensión de pelea por el control del partido que más solvencia electoral tiene frente al partido en el gobierno.

Pero además existe razones de peso para anticipar una profunda crisis para Acción Nacional: los agravios en los que de manera reiterada ha incurrido la propia dirigencia en detrimento de militantes de influencia notable.

Ahí está los casos del exsecretario general del Comité Directivo Estatal, Francisco Fraile García a quien hicieron a un lado para llevar a esa posición a otro incondicional del morenovallismo, Jesús Giles Carmona, candidato perdedor en la elección de Santa Clara Ocoyucan.

Otro liderazgo permanentemente echo a un lado y ninguneado, Rafael Micalco que también trae en las alforjas una buena cantidad de razones para desconfiar de la dirigente a quien han visto como aliado de un personaje oscuro como Fernando Manzanilla, prácticamente desdibujado de la escena tras el brutal fracaso electoral del confesional Partido Encuentro Solidario.

En la oficina del dirigente nacional del PAN, Marko Cortés se tiene la convicción que Eduardo Rivera Pérez tiene cualidades y condiciones propias para competir en la sucesión de 2024, pero no para controlar el gobierno municipal y el partido, pero yerran al llevar al extremo la polarización partidaria.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado