La anécdota fue compartida en primera persona por un ex jefe de grupo de lo que fue la Policía Judicial y tuvo lugar en los límites de Puebla y Tlaxcala, una zona limítrofe en donde todos los días se escriben auténticos capítulos de horror.
La fecha importa poco porque desmembrar cuerpos ha sido recurrente, según se ha visto en la información destinada a la página roja que de vez en vez salta a los principales espacios de los medios y plataformas.
Por desquites entre grupos criminales, por el afán de mandar mensajes intimidatorios o por excesos en el consumo de sustancias, la presencia de auténticos carniceros y su estela de crueldad y sangre, no es nueva en el escenario.
El surgimiento de un video en el que el sujeto toma la cabeza de una víctima, la introduce en el interior de una mochila y luego lame la sangre de sus manos es el horror llevado al extremo.
Detrás hay una versión contada en los pasillos de la populosa herradura de la central de abasto: el presunto victimario es un adicto a drogas sintéticas que deambulaba desde temprana hora por la zona con cuchillo en mano y rastros hemáticos en el objeto punzocortante.
Un colega de la Ciudad de México sugirió tratarse de un método utilizado con regularidad por el sicariato del norte, mas que en el centro del país, al servicio de los narcos.
Como el personaje que la madrugada de este lunes fue captado por cámaras de circuito cerrado de la central de abasto, el personaje de la historia contada había cercenado del cuello para arriba a su víctima. Nada tenían que ver con grandes capos ni agrupaciones delictivas.
El albañil miserable del pasado había sido sometido a un “interrogatorio” luego de haber sido encontrado el cuerpo abandonado por la zona limítrofe, en la colonia El Conde, había incluido de todo.Y todo es no dejar nada a la suerte ni la compasión.
Sin ningún tipo de pudor o cuidado del escrutinio de organismos defensores de derechos humanos, recibió todo tipo de tortura durante 24 horas continuas, hasta que torturadores e interrogado fueron vencidos por el cansancio.
Nada de la cabeza de la víctima supieron los feroces autores del martirio indecible, hasta que un haz del humanidad asomó en el jefe de grupo, fuente de primera línea de la historía aquí compartida.
El albañil a quien le habían decomisado la pala con la que arrancó el cuerpo de la cabeza, se encontraba en el piso de los separos del viejo aparato carcelario lleno de dolor y sangre cuando trajeron una torta y una Cocacola.
Satisfecho el apetito de quien se tenía certeza haber sido el ejecutor del cuerpo sin cabeza, pidió hablar con su victimario en los separos de la Policía Judicial.
Frente al hombre robusto, de estatura media y con arma al cinto agradeció el alimento y confesó el sitio en el que había enterrado la cabeza.
La psicología, rudimentaria, había surtido efecto. Completaron el cuerpo separado y obtuvieron una confesión.
El origen del crimen atroz había sido un desacuerdo en medio de la ebriedad. No fue menos cruento que las series y películas de narcos, salvo por el impacto social provisto por las redes sociales como es el caso del matón de la central de abasto en donde existen múltiples historias análogas.
@FerMaldonadoMX
Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado