Todos parecen cortados por la misma tijera. Moldes de un mismo modelo que se resiste a caducar por obvias y sonantes razones. El panista, Ricardo Anaya Cortés; el exvice coordinador del grupo legislativo del PAN, Eukid Castañón Herrera; el “obradorista”, José Juan Espinosa Torres; el aún rector de la BUAP, Alfonso Esparza Ortiz, y hasta los integrantes del cleptocrático y breve lapso de Antonio Gali.

Todos se han dolido de ser objetos de supuestas conjuras del poder y víctimas del régimen dictatorial de la 4T, aún a sabiendas de que todos poseen riquezas y acumulación de bienes imposible de explicar en un régimen de libertades, pero también de leyes como el que debió haber prevalecido siempre.

El hilo que une a los integrantes de la clase política que caen en la desgracia y orfanato, sin importar condición, influencia o doctrina pero marcados por conductas ilegales, sometidos al escrutinio la ley, es el de la victimización. No falla.

El panista Ricardo Anaya, que recién estrenó video este fin de semana para decir que “voy a tener que estar fuera una temporada; espero que sea muy breve”, volvió al mismo recurso utilizado como candidato presidencial en 2018, cuando acusó persecución política perpetrada por el priista Enrique Peña Nieto, tras un conjunto de publicaciones que daban cuenta de una riqueza y estilo de vida difícil de financiar con 100 mil pesos mensuales, según había declarado como parte de sus ingresos.

El más tragicómico de los ejemplos ocurrió en junio de 2020 cuando el hombre que acumuló riqueza, poder, enemigos y que duerme en el penal de Tepexi de Rodríguez, acusado de al menos cuatro delitos, se autodefinió como el “primer preso político de esta administración”, una coartada que cayó por los suelos tras filtrarse un conjunto de audios en los que amenaza de muerte a dos personas con una metáfora escalofriante: “los voy a llevar al Valle de las Calacas”.

Dueño de una retórica desgastada, deslucida, el expresidente municipal de San Pedro Cholula, el pactista José Juan Espinosa Torres, también se llegó a considerar como un perseguido político por sus ideas justicieras cuando, en realidad, lo único que estaba en su prioridad era conservar la libertad y riqueza, acumulada en los últimos años.

Este sábado se cumplió un mes sin regresar a sus redes y sigue prófugo. Ya no es el imbatible opositor al régimen de “opresión” que, según su flamígero discurso, pretendía sacarlo del camino por su lenguaraz conducta. Igual que Ricardo Anaya, en estos momentos se encuentra “fuera por una temporada”.

Ricardo Anaya, que se anticipó a definirse como el futuro candidato presidencial -no se sabe por qué partido-, el inquilino de Tepexi, y aún el prófugo JJ están muy lejos de portar ropajes de redentor social y mucho menos de personificar al nuevo Chucho El Roto, el legendario ladrón que arrebataba los bienes a los ricos para ser entregados a los pobres.

Y lo mismo ocurre con Esparza Ortiz, el debilitado pero acaudalado rector universitario que debió desistir de la tentación de incurrir en la política partidista tras el cúmulo de dinero sospechosamente acumulado, según obra en las indagatorias de la Fiscalía General del Estado.

La retórica de la victimización es constante, uniforme y poco creíble. Nada peor que un conjunto de infractores de la ley que se asumen como las víctimas de una trama política, cuando lo único que buscan es esconder la basura debajo de la alfombra. Nadie con una mediana dosis de información podría comprarles la pobre argumentación.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx por Fernando Maldonado