Un don nadie, a eso se redujo Javier Lozano Alarcón. Fue un exsecretario de Trabajo que un día que ser candidato presidencial. Sueño fugaz que se extinguió a medida que su impopularidad fue mucha más notoria que su megalomanía.
Eran los años del calderonato, el presidente que dio poder, dinero y dispensas a gente de escasa reputación como el propio Lozano Alarcón, ciertamente repudiado hasta entre sus paisanos, los poblanos.
El otro a quien también concedió poder y dinero, además de encubrimiento está en una cárcel en Nueva York acusado de haber conspirado con cárteles de la droga en México, Genaro García Luna, su ex secretario de Seguridad.
Felipe Calderón y su ex secretario de Trabajo, luego hecho Senador de la República, devinieron en auténticos trolles que un día si y al otro también ofenden y denigran al régimen que los echó del podio en el que los mantuvo el priato de Enrique Peña Niet, otro señalado por uno de los suyos de haber entregado sobornos.
La última vez que el columnista pudo distinguir al jefe de la Oficina del Gobierno en el periodo de Antonio Gali Fayad, fue en el sitio en el que suelen bañarse de pueblo quienes buscan notoriedad y complacencia: la plaza comercial Angelópolis, en un sábado de bullicio.
Salió del área de los cines acompañado, descendió por las escaleras eléctricas enfundado en un pantalón de mezclilla, camisa clara y una chamarra de piel color miel y el rostro pétreo de siempre, como quien huele estiércol.
Ocurrió lo que ningún otro integrante de la clase política ha conseguido, independiente de su rango, militancia o influencia (todos de algún modo presumen influencia), aunque fuera la más modesta en la esfera pública: nada.
Pasó de largo entre la multitud volcada a lo suyo, el paseo de fin de semana, las tiendas, el noviazgo o la familia. Nadie se distrajo para voltear a ver, saludar o llamar la atención de ese personaje que ostentaba la alta responsabilidad de manejar la oficina de quien en ese momento era gobernador.
Ese es y sigue siendo Lozano Alarcón, el troll de la Cuarta Transformación a quien el ex gobernador Gali decidió mandar como vocero de su gestión luego de que Miguel Barbosa reprochó uso indebido de recursos durante la tragedia del sismo de septiembre de 2017.
El investido vocero de Antonio Gali no sólo carece de calidad moral y representación digna para quien ahora representa. Pero es lo que hay. Su ex secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco Altamirano junto a quien manejó las finanzas, Raúl Sánchez Kobashi están denunciados por presuntamente haber manejado dinero de una “partida secreta” de manera discrecional, según se publicó en marzo de 2020.
La baja calidad de su discurso es exactamente proporcional a la ralea a la que ha pertenecido y su pasado en la vida pública es una evidencia palmaria. Ni siquiera el radicalismo del dirigente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, Gustavo de Hoyos mantuvo como vocero a Lozano Alarcón, que a juzgar por lo visto, ya tiene empleo con el ex gobernador Gali. Es lo que hay.
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado