La profundidad y alcance de la salida de Ardelio Vargas Fosado del gabinete estatal aún no se puede medir por la inmediatez del tiempo transcurrido entre el anuncio formal y el cierre de la primera semana del mes.

La oficialización hecha por el gobernador Miguel Barbosa, este miércoles 1 en su habitual conferencia matutina, no fue sino la confirmación de un adelanto que el autor de la columna tuvo casi en lo inmediato, el jueves 26, hace un poco más de ocho días.

Fue cuando el equipo cercano del que se desempeñó como comisionado del Instituto Nacional de Migración, en la gestión presidencial de Enrique Peña Nieto, supo que había que preparar maletas ante la partida inminente.

A la llegada de Vargas Fosado al gabinete fue severamente tratado por una opinión general en torno a episodios clave en la historia reciente en México: Atenco y Oaxaca; más aún, en el primer tramo del gobierno de Rafael Moreno Valle; pero, además, por los abusos que Migración cometió en contra de migrantes centroamericanos.

Pero más que esos episodios, importa destacar un logro no reconocido hasta ahora: el quirúrgico trabajo desplegado para desterrar a quienes llegaron a Puebla con Raciel López Salazar, en la Secretaría de Seguridad Pública.

Ese mando policiaco terminó por traicionar la confianza que Miguel Barbosa le depositó. Pervirtió la responsabilidad al extremo de permitir que se sembrara droga sintética en sus cientos de detenidos, con la finalidad de ofrecer apariencia de policía imbatible y eficaz.

Con el paso del tiempo, se supo que con el grupo del exsecretario de Seguridad llegó también un grupo delictivo que vio en Puebla una extensión de un modelo de negocio ilegal, lucrativo y sanguinario.

El aparato de inteligencia del exsubsecretario se aplicó y terminó por extirpar un tumor canceroso que amenazaba con hacer metástasis del que aún hay dolencias: segundones de Raciel López han advertido en diversos momentos que a “Ardelio nos lo vamos a chingar”. Se trata en todo caso de una expresión propia de la mafia que no se puede soslayar.

No existe aún un perfil visible que permita asegurar tener las capacidades de un hombre que se curtió en los sótanos de la policía política del Estado Mexicano, de los que no quedan muchos debido a los procesos de desmantelamiento de los órganos de control político oficial.

La llamada telefónica del equipo del edil electo, Eduardo Rivera Pérez, a Vargas Fosado es cierta y ocurrió antes del anuncio oficial de su salida en Casa Aguayo.

El contenido de esa conversación sólo la conocen los propios protagonistas, pero en segundo plano está la idea de la conformación de la policía metropolitana que permita colaboración de diversas corporaciones, como ha reiterado la administración estatal.

A quienes gustan de rasgarse las vestiduras dirán que se fue un represor; en detrimento de ese argumento que parece impecable, la historia nos muestra que la gobernabilidad descansa sobre estructuras tan profundas como los drenajes por donde corre toda inmundicia.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado