El priísta que se volvió panista, sin antes pasar por la aduana de la Cuarta Transformación, Raymundo Cuautli, está por perder la oportunidad de convertirse en el responsable de Gobernación en la gestión panista de Edmundo Tlatehui en San Andrés Cholula.

El caso de Cuautli es emblemático de esa clase política pactista, que lo mismo guiña el ojo con un grupo mientras toma de la mano otro, aún y cuando exista antagonismo.

Fue fugaz candidato del Partido Acción Nacional en Cholula hasta que una revuelta en el interior de ese partido corrigió la plana a Genoveva Huerta. Sin pudor, lo había impuesto en un municipio que ha sido trinchera del panismo legítimo, aún a sabiendas que detrás de Ray Cuautli operan fuerzas externas y contrarias históricamente al PAN.

En un extremo, el empresario priísta siempre envuelto en la polémica, Iván Mange; y por el otro, el senador Alejandro Armenta Mier, aspirante a la candidatura al gobierno en 2024 por Morena.

Es probable que los derroteros de Mange y Armenta hayan hecho cruce en el nombre de Raymundo Cuautli, a quien proveyeron de apoyo político y logístico cuando se alzó con la candidatura por el municipio que devino en símbolo de lucha de dos corrientes albiazules: el de Huerta Villegas y el de los grupos que claramente se habían decantado por Tlatehui.

Raymundo Cuautli no sólo ha dinamitado el capital que lo acompañó, sino que lo pervirtió con una conducta poco decorosa, pero habitual en los usos y costumbres de la clase a la que pertenece: el coyotaje.

Quienes saben de sus ligas político-empresariales conocen del portafolio de clientes que promueve, como oferentes de bienes y servicios en gobiernos entrantes.

Tlatehui está por comprar pleito ajeno en casa propia: la posibilidad de llevar de la mano del promotor de los intereses personales o de grupo de Cuautli, detrás de los cuales está una cauda de intereses económicos y políticos con tintes ilegítimos.

Esa sola posibilidad abre un riesgo inherente para el edil panista que entrará en funciones el 15 de octubre en momentos en que, como nunca, serán observados por órganos de control del Congreso del Estado.

Leoncio Paisano y Felipe Patjane, en San Andrés y Tehuacán, respectivamente, encarnan la nueva realidad sociopolítica imperante en el territorio.

Uno fue aprehendido una vez terminada su gestión y prácticamente fue la coartada que permitió a la edil saliente, la morenista Karina Pérez Popoca, construir su línea discursiva contra la mafia del poder en 2018.

Patjane es aún más sintomático, porque llegó al cargo bajo las siglas de Morena y no obstante haberse autodefinido como el “hijo político” de Miguel Barbosa, se rodeó de un grupo de mercaderes, incluso familiares cercanos, como el propio padre biológico del edil.

Paisano y Patjane enfrentan sendos procesos desde una celda en diversas cárceles del estado, y aunque en el círculo rojo se asume que cometieron agravios al poder, está claro que el cargo o el linaje político no es más patente de corso ni blindaje contra pillerías al amparo de cargos o influyentismos.

 

@FerMaldonadoMX

Parabolica.MX escribe Fernando Maldonado