No más de 21 días hábiles, esa es la distancia que media de aquí al final del camino. Se habrá terminado la gestión de Claudia Rivera Vivanco al frente del gobierno de la ciudad.
No es lo más importante, sino lo que le sigue. Es probable que a estas alturas se haya percatado que el año más difícil para un servidor que llegó al cargo mediante el voto popular es el cuarto, de un trienio plagado de polarización.
La evidencia del pasado lo consigna. Ahí está Mario Marín, quien luego de terminar su gestión municipal en 2002 vivió junto con sus colaboradores más cercanos persecución de quien lo sucedió, Luis Eduardo del Sagrado Corazón de Jesús Paredes Moctezuma, un panista que pagaría con la misma moneda.
De las gestiones del pasado y sus protagonistas, la que guarda mayor similitud es la de este militante del Yunque, quien en el encargo de edil también quiso saltar a otra candidatura hasta en dos ocasiones, sin conseguirlo.
Terminó perseguido, exiliado durante largo tiempo por acusaciones de diversa índole que lo obligaron a salir del país. Ya no dispuso del manto protector del dinero público, sin alianzas sólidas ni el cobijo de su partido. ¿Parecido?
El mismo panista que está por sucederla, Eduardo Rivera Pérez, fue igualmente perseguido y calumniado por las plumas que ahora condenan al morenovallismo, pero que antes se sirvieron de él.
Los exmunícipes priistas, Enrique Doger Guerrero y Blanca Alcalá Ruiz, estuvieron por correr la misma suerte en sus respectivos ocasos de gobierno. Fueron más hábiles para tejer lo suficiente y encontrar una salida menos trepidante a partir de negociar.
La primera edil de un partido nuevo como Morena parece ir por el sendero que antes vivieron Marín Torres y Paredes Moctezuma, ya sin aliados ni acuerdos consistentes, cerrada la llave del flujo del erario que le permite tener acceso a privilegios, encontrará la soledad política.
El síndrome del desempleo se traducirá en un síntoma inequívoco: los mensajes a través del teléfono móvil dejarán de llegar, las llamadas quedarán en larga espera y, en algunos casos, sin respuesta.
Deberá entender que el ejercicio del poder es una dosis que el modelo administra con tiento y a plazos, que la perpetuidad en la política y la función pública tiene un periodo de inicio, e irremediablemente, termina.
No existe extensión de tiempo más allá del que el electorado concedió. Cándidamente se vio reelecta, pero desconocía que ello supondría alterar equilibrios políticos en México. La lección radica en eso, pero la conducta de los últimos meses apunta a que humildad y equilibrio no son características de quien cierra la cortina en menos de 30 días.
@FerMaldonadoMX
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado