Creo que en todas las familias es lo mismo, pero si algo hemos hecho en la mía es presionar al de enfrente para que se case, que tenga uno, dos o tres hijos, que se compre una casa, juzgar si se fue a Cancún y no a Acapulco. El caso más recurrente era el de mi hermana y su novio. Después de 18 años de noviazgo, no sé si nos habíamos cansado de preguntar ¿cuándo te vas a casar? o ¿para cuándo los hijos?, o si ya habíamos entendido que lo harían cuando les diera la regalada gana.

Sí, después de 18 años abrieron paso, inauguraron la pista, nos mostraron que a pesar del tiempo esa complicidad es inigualable e inquebrantable, disfrutaron algo que -creo- jamás imaginaron o al menos a tal magnitud. Los invitados a la boda estábamos sorprendidos por esa nueva faceta de los enamorados, una que estaba escondida, pero que sin duda nos encanta. Hemos sido testigos de sus viajes, conciertos, clases de psicomotricidad, pero nunca irradiaron tanta felicidad.

Esto viene al cuento porque, leyendo en redes sociales y ya visto el partido entre Toluca y América, me entero que Rubens Sambueza, jugador de los Diablos Rojos, tuvo una nueva exhibición. Indagando más en el tema, me topo con que fue también hace 18, en un 2003, cuando Sambu comenzó su carrera; perdónenme no pude evitar la comparación y entiendo que, tras 18 años, a uno le surge una magia especial.

Rubens también tiene un romance con la pelota. Ha mostrado en River Plate, Pumas, Flamengo, Estudiantes Tecos, América, Santos, León, Pachuca y ahora en Toluca que es un jugador diferente, que está hechizado. Ha brillado en prácticamente todos los equipos y su mejor faceta ha llegado a 18 años de su debut.

Me atrevo a decir que ni en su etapa con América (2 títulos) ni en el inicio de su carrera con River Plate fue el jugador que es hoy en el Nemesio Diez. No tiene la velocidad de antaño, pero su agilidad mental, su desparpajo para poner la pelota como con la mano, es una maravilla. Sin duda, después de 18 años, llegó a su mejor momento.

Yo solo pretendo sentarme en el sofá de casa a disfrutar la vida con mi hija y mi esposa, viendo cómo otra pareja es feliz en matrimonio, viendo videos de cómo crece mi sobrina María José y luego tenerla en mis brazos, mientras Rubens Sambueza se despacha al América o al equipo que le pongan enfrente y nos vuelve a regalar esas mágicas tardes con la pelota pegada a esa zurda de antología, tocada con la magia de los 18 años.

 

@AlfredoGL15

Por Alfredo González