En mala hora llegaron los cumplidos de Andrés Manuel López Obrador para el gobernador Miguel Barbosa, el activo de la Cuarta Transformación que aún despierta encono y especulación entre sus malquerientes.

Los cumplidos expresados en Huauchinango, primero, y luego en la conferencia de prensa mañanera en la capital, sobre el desempeño del mandatario poblano en periodos difíciles como los saldos que dejó el huracán Grace en la sierra norte y el combate a la inseguridad, ocurrieron en el contexto de una naciente campaña especulativa.

Se trata de la reedición de una artificiosa estrategia difamatoria que primero fue alentada desde las entrañas del gobierno estatal, cuando el “vendedor de espejitos” que se mantuvo en tres periodos consecutivos en la Secretaría General de Gobierno y luego en la Secretaría de Gobernación, Fernando Manzanilla Prieto y sus lacayos como Francisco Ramos Montaño soltaron la versión que Barbosa no llegaría lejos por males físicos y, en consecuencia, el cuñado incómodo del morenovalllismo asumiría las riendas del gobierno.

Por descabellado que pareciera, hubo publicaciones periodísticas que aseguraron tener “fuentes anónimas” y “bien informadas” en hospitales privados que daban cuenta de la hospitalización de Barbosa por diversos padecimientos físicos.

La reedición de esa historia añeja venía creciendo entre sectores dados a la grilla de café, habitualmente mal informados, pero dispuestos para esparcir rumores sin siquiera detenerse a pensar en la veracidad de la fuente original.

La más disparatada tiene que ver con el año 2024, en el que habrá relevo en Casa Aguayo, la sede del gobierno, el legislativo y los 217 municipios. Como si se tratara de los años en que los mandatarios eran obligados a dejar sus cargos como ocurrió con Enrique Peña Nieto en los casos de Guerrero, con Ángel Aguirre o Michoacán, Fausto Vallejo, ambos depuestos por problemas de inseguridad.

Apetitos y agendas personales soltaron en círculos empresariales y políticos que Miguel Barbosa sería removido este mismo año, pues su estancia en el gobierno del estado significaba una amenaza para la continuidad de Morena en el gobierno de Puebla.

La coartada para deponer a un gobernador constitucionalmente electo por el voto popular, según la febril argumentación, era la precaria condición de salud, tal y como dejó correr en 2019 la dupla Manzanilla-Ramos.

En medio de una nueva ola especulativa vino el reconocimiento de López Obrador, el presidente que llegó al poder y empujó a diversos cargos de elección popular a un conjunto de improvisados, oportunistas y legos en el ejercicio de la política entre quienes se encuentran los autores intelectuales de las variantes del retiro de Barbosa.

El gobernador de Puebla, dijo el Presidente, “se nos adelantó” para atender las contingencias tras el meteoro del 20 de agosto en la sierra norte; el lunes en la conferencia de prensa, vendría lo demás: la reducción de casi todos los fenómenos delictivos, según la relatoría del General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval y la participación activa en las mesas de seguridad.

Las casualidades son maliciosas. El espaldarazo presidencial por encima de la diatriba y la maledicencia está ahí. Habrá que guardar la reeditada versión del retiro forzado para mejor ocasión.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado