@revistapurgante

Lilium candidum. La palabra lirio viene del latín lilium —nombre derivado del griego antiguo, leirion, que generalmente se refiere a los verdaderos lirios blancos—-. El género lilium, comúnmente llamadas azucenas, comprende unas cien especies.  Los elementos climáticos más importantes para tener en cuenta son la luz y temperatura: un exceso de luz palidece los colores; las temperaturas muy elevadas hacen sufrir a los liliums. Las azucenas son flores grandes y delicadas. Puede haber de muchos colores: blancos, rosas, rojos, amarillos y en un sinfín de combinaciones entre estos. Según internet, los lirios simbolizan elegancia, poder, soberanía, honor y lealtad. También, dice la página, reflejan la pureza del alma. No creo que haya lirios suficientes en todo el mundo para llenar la ausencia; su ausencia. ¿Cuántos lirios pueden hacer que 2mil 500 kilómetros parezcan inexistentes y estar?, ¿cómo acompañar cuando medio país nos atraviesa?

Luchar (juntas) para recordar. He leído lo suficiente sobre memoria colectiva para entender, a grandes rasgos, el impacto que tiene el pasado en el presente. Si recordar activamente es una manera de evitar el olvido, ¿puede un simple texto evitar que alguien desaparezca? En nuestro corazón también pueden vivir movimientos sociales que luchan para resistir la desmemoria a la que conducen el pacto al que nos quiere forzar el olvido. No te puedo construir un monumento, por eso te escribí esto. Si tú no olvidas, aquí estará. Yo te ayudaré a recordar.

Siempre estás; siempre estarás. Dicen, los expertos y los profesores de economía, que conocer la diferencia entre flujo y acervo es esencial para entender los indicadores económicos. Por un lado, los flujos son la variación de cierta magnitud entre dos momentos. Por otro lado, los acervos son la magnitud acumulada durante un tiempo específico. Creo que estos conceptos pueden trascender la economía y ser relevante en cosas que sentimos más cercanas. El flujo del cariño de las personas va acumulándose hasta generar un acervo y, aunque el flujo desaparezca porque ya no están, hay una parte que siempre permanece. Amar a quienes ya no están también es una forma de recordar. Tal vez el amor y la memoria, como la deuda pública, son acervos.

Toca abrazar sin contacto. Madrid, primavera-verano 2021. El metro de la capital española estaba lleno de carteles de fondo negro: «toca tocar sin contacto». Pocas frases me han impactado tanto como esa. En España tuve la suerte de poder ignorar el cartel: agarrarnos la mano en Barcelona; compartir cama en Madrid; abrazarnos en Sevilla, en Córdoba, en Granada, en Málaga, en Toledo. Jugar a la normalidad. Tengo que reconocer que desde que inició la pandemia hemos tenido que repensar las maneras que conocíamos para expresar el amor y la cercanía. Hasta ha cambiado la manera en la que empezamos relaciones y conocemos a los otros. A la mitad de mis amigos no los he visto desde hace un año y medio. Sin embargo, algunos están más cerca que nunca. Hemos imaginado nuevas maneras de estar presentes, incluso en la distancia: videollamadas, fotos, videos, conocer a nuestras familias, ayudarnos con la tarea, construir puentes (virtuales) para cruzar mares. Los hemos usado para estar juntos en Francia, Praga, Ciudad de México, Cuernavaca, Playa del Carmen y Acapulco. El problema es que hay algunos días en los que esos puentes no alcanzan y, aunque hemos aprendido a abrazar en la distancia, hoy no es suficiente. Hoy toca abrazar sin contacto.

Por Sofía Rivera / @sof_rivera