Hubo un panista poblano que en agosto de 2013 decidió dejar con la mano extendida a Manuel Espino Barrientos, la más reciente adquisición de Morena en Durango, ex líder nacional de Acción Nacional. Testigo de ese momento incómodo, fue el ex secretario de Salud, Jorge Aguilar Chedraui.
El ex panista se había ganado el desplante en el hotel Camino Real de La Vista, pues varios de sus ex correligionarios vieron el cambio de chaqueta política cuando ya no pudo servirse del partido que lideró con Vicente Fox, el ex presidente de México.
En aquel 2013, Manuel Espino se había aliado con quienes en la sombra pactarían con el imputado Eukid Castañón en 2018 para hacer la contra campaña de Miguel Barbosa, candidato de Juntos Haremos Historia al gobierno de Puebla con la frase que aún mucha gente tiene presente: “AMLO si, Barbosa no”.
La intención en esta época era la de constituir un partido político para beneficiarse de las prerrogativas, pero fracasó en el intento y comenzó a tener guiños con los líderes del Movimiento de Regeneración Nacional.
Daban vida al refrán popular que dice que Dios los hace y ellos se juntan. Pasaron los años y los socios o aliados coyunturales intentaron por varios medios subirse al proyecto de Morena. Sólo el panista fue suficientemente hábil y cínico para conseguirlo.
En enero de 2010 Espino ya había hecho piruetas declarativas para justificar el cambio del PRI al PAN de un político de cuna tricolor, como Rafael Moreno Valle, entonces precandidato a gobernador por el albiazul.
El fichaje de este ex yunque refleja en toda su dimensión la descomposición del partido en el poder que un día abre la puerta a miembros de una clase de personajes sin calidad ni tamaño político como el priista Enrique Doger en Puebla; o a quienes se asumen químicamente puros e impolutos por el sólo hecho de haberse hecho a la sombra del movimiento.
Se vuelve a equivocar la dirigencia formal de Morena, con Mario Delgado Carrillo; y la dirigencia real, con Andrés Manuel López Obrador.
Las cartas credenciales de personajes impresentables en ese movimiento va en desdoro de los ideales por los que millones de personas en México los votaron en 2018 y ratificaron en junio de 2021.
Dijo hace once años que era mejor retomar “la vieja cultura del PAN, de privilegiar antes que candidatos, proyectos. En el caso de Puebla, con mucha satisfacción vengo a avalar el proyecto de Rafael Moreno Valle”.
Todo mundo lo sabe, luego cambió de opinión. Tres años después, el 27 de agosto en el hotel Camino Real, vino a cuestionar honradez y pulcritud con que el hombre a quien había honrado, ejercía el gobierno.
Quiso el destino que en la sede de la conferencia de prensa se topara con Jesús Zaldívar, ex diputado local del PAN que decidió dejarlo con la mano extendida por los excesos declarativos.
De la esperanza de México, Morena va directo a convertirse en el serpentario más grande del país, a juzgar por la calidad moral y política de quienes han tomado por asalto ese partido político.
Espino no garantiza lealtad ni principios, como tampoco los portan Ignacio Mier o Enrique Doger. Obedecen a un afán desmedido por acumular dinero y poder detrás de un rostro que ofrece servicio y desinterés cada vez menos creíble.
parabolica.mx escribe Fernando Maldonado