La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), de Rosario Piedra Ibarra, no es la misma que la que correspondió a su primer titular, el jurisconsulto Jorge Carpizo McGregor, fallecido en marzo de 2012.

No es la misma porque a diferencia de cuando fue creada para frenar abusos del poder frente a la sociedad inerme, la de Ibarra de Piedra vive un avanzado proceso de putrefacción que le ha restado autoridad y prestigio.

Del halo de autoridad que llegó a reunir para señalar arbitrariedades de quienes ostentaban una rebanada de pastel del poder omnímodo y prepotente, se convirtió en una caricatura de sí misma.

Sólo así puede entenderse que la CNDH haya decidido prestar su nombre para cobijar una causa innoble como la de Jorge Aguilar, en su alegato por defender honorabilidad, prestigio y derechos humanos, según ha venido regimentando el exfuncionario panista.

A la revelación del periodista Álvaro Ramírez Velazco, sobre la existencia de un personaje oscuro de pasado priísta como Francisco Estrada Correa, cuyo perfil más que el de un conocedor de las causas de las garantías individuales, es la de un operador político.

La llegada de Piedra Ibarra, lejos de significar el rescate y significación de la institución, propició la llegada de un grupo de leguleyos y especialistas en el arte de la trama palaciega, muy ajenos al noble espíritu fundacional, cuya muestra evidencia el columnista Héctor de Mauleón en la entrega de este martes: “El grupo Gestapo de la CNDH”.

Dos causas parecen estar en la mira de Piedra Ibarra al frente de la CNDH: revivir el expediente del caso de los jóvenes estudiantes de la escuela Normal Rural de Iguala en Guerrero para imponer una nueva “verdad histórica”; y la otra, traer de vuelta de Mario Aburto Martínez, el asesino solitario de Luis Donaldo Colosio.

El diagnóstico que dibuja la metástasis en el organismo parece no tener fin. Piedra Ibarra –la hija de la emblemática activista que conmovió con su lucha, Rosario Ibarra de Piedra- decidió reclutar a una psicóloga de nombre Virginia Cruz Domínguez, cuya función como perito quedó en el imaginario en la Ciudad de México por haber catalogado como “mala madre” a Clara Tapia, víctima del llamado “Monstruo de Iztapalapa”, Jorge Luis N., condenado a más de 240 años de prisión.

Piedra Ibarra decidió contratar como jefa de peritos a quien la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México señaló por su responsabilidad en un proceso penal en contra de la víctima del “Monstruo de Iztapalapa”, de la que largo tiempo después se demostró su inocencia y condición de víctima del criminal.

De acuerdo con fuentes dignas de crédito, en la CNDH se trabaja en el proceso de despido de personas especializadas en diversas áreas.

Todos los funcionarios debieron acudir a la Junta del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje para indemnizarlos y dar cabida a las cuotas pendientes, entre quienes se encuentran el expanista Jesús González Schmal y Blanca Berenice Trujillo, la directora general.

La defensa que la CNDH hace de Jorge Aguilar Chedraui es parte de ese guion de hilaridad y tragedia que vive la institución en manos de su presidenta. El chiste se cuenta solo.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado