Partiendo de que la tecnología emocional establece y prioriza el bienestar en las personas, es necesario partir de una tecnología humanista e inclusiva que permita la innovación instrumental de la mano de las emociones de quienes la utilizan. Es decir, una vez más hablamos de la democratización tecnológica que beneficie, en primera instancia, a las minorías que buscan la necesidad de romper las barreras físicas, emocionales y sociales para desempeñar una labor.
La tecnología ha llegado a satisfacer necesidades inimaginablemente ridículas, como la autonomía automotriz, que podría empoderar al sector más desprotegido; sin embargo, beneficia únicamente al sector más empoderado y satisface un gusto irrisorio. De uno u otro modo, cada vez más la tecnología y las emociones interactúan íntimamente en el intento de mejorar la vida del ser humano traspasando límites morales, éticos e incluso legales.
Durante el II Foro de la Tecnología Emocional, en el marco de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, se establecieron los principales motores para el bienestar digital desde las empresas, pero también desde el ciudadano digital y su responsabilidad individual. El trabajo del imperio siliconiano será el diseño de tecnología humanista que consiga soluciones tecnológicas útiles para todas las personas. El del ciudadano digital, la exigencia de un ecosistema igualitario y la construcción de una comunidad en todo sentido.
La Unión Europea solicitó propuestas de los ciudadanos sobre cómo mejorar la calidad de vida mediante la tecnología, y a partir de un entorno legal, seguro, y básicamente sostenible y humano, que marcará agenda en las metas de la Década Digital de Europa, en el 2030.
CEO’s corporativistas, una vez más, señala al ciudadano digital y su responsabilidad con el uso de la tecnología: “la tecnología en sí misma es neutra, pero no lo es en su impacto, es una herramienta similar a un martillo, que parece algo inerte, pero puede ser útil tanto para construir como para hacer daño”, asegura un directivo de Baufest.
Una vez más, el argumento de categorizar socialmente a los individuos surge, pero ahora en el terreno de la tecnología donde el corporativismo culpa al ciudadano digital de una semántica de acción promovida por el motivo, fin, esfuerzo, voluntad, intención o desapego para explicar las desventajas de una tecnología creada meramente desde el punto de inflexión comercial, capitalista y hegemónico.
“Todos empiezan por un buen motivo”, pero luego llega todo lo demás: convertir a la tecnología en el cebo que recopila nuestros datos, hasta los que consideramos intocables.
Ecosistema Digital
Carlos Miguel Ramos Linares
@cm_ramoslinares