Por encima de la rentabilidad electoral, sin tomar en cuenta sus capacidades personales o sus experiencias, sin atender a la popularidad o a los respaldos internos y exteriores, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) seleccionó a los seis candidatos y candidatas a las gubernaturas para este 2022 y, en algunos casos, cometió verdaderas injusticias.

La única determinación que valió, pareciera así, fue la del dedo mesiánico de Palacio Nacional, como en la etapa más oscura del priato hegemónico.

Es terrible. Morena y el lopezobradorismo, que prometieron que no serían lo mismo, lo son. Al menos cuatro de esos candidatos y candidatas recién designados tienen algún grado de sospecha o de franca ilegitimidad.

El tema debiera estar encendiendo los focos rojos en las entidades que tendrán, en 2023 y 2024, la renovación de sus gubernaturas; Puebla, entre ellas, dentro de dos años.

Veamos. Para las elecciones que el 5 de junio de este 2022 tendrán cita con las urnas, la dirigencia nacional de Morena, que todavía mal dirige Mario Martín Delgado Carrillo -tan proclive él a poner a sus familiares en candidaturas-, seleccionó ya, bajo el nombramiento como “coordinadores de los comités de defensa de la 4T”, a sus abanderados y abanderadas en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas.

De esos seis casos, solamente en dos hubo claridad de que las encuestas -método estatutario en Morena- fueron las definitorias, junto con el sentido común y la lógica de la rentabilidad electoral: Hidalgo, en donde el abanderado será el senador expriísta, Julio Ramón Menchaca Salazar; y en Quintana Roo, en donde la candidata será María Elena Hermelinda Lezama Espinosa, quien es presidente municipal de Benito Juárez, Cancún.

De ahí en fuera, o prevaleció la necesidad de cumplir con la cuota de género, aunque los ganadores de las supuestas encuestas que realiza Morena fueron varones, en los casos de Aguascalientes y Durango, o de plano fue muy evidente el dedo mesiánico de Palacio Nacional, como ocurrió en Oaxaca y en Tamaulipas.

Visto así, en mayor o menor medida, los candidatos que postulará Morena, en cuatro de los seis estados, tienen algún grado de espurios, y eso lo podrían argumentar los contendientes que quedaron sin postulación, como el caso de la senadora Susana Harp Iturribarría, en Oaxaca.

No solamente se trata de respetar la democracia interna de un partido y a su militancia, sino de ir también en sintonía con la rentabilidad electoral y elegir el mejor perfil, en popularidad, capacidades y cualidades.

No funciona así en Morena, porque el mandamás es un caudillo, un mesías, Andrés Manuel López Obrador, quien además es garante y responsable real de que la marca partidista esté tan alta y que se pueda dar el lujo de ir con malos candidatos y ganar. Pero nada es infalible.

Este comportamiento irracional, de contentillo y fuera del sentido común con que Morena elige a algunos de sus abanderados, nos debiera tener muy preocupados en el país.

Por lo pronto, en 2023, los ojos deberán estar muy atentos en Estado de México y Coahuila. Luego, en 2024, además de la elección presidencial, habrá nueve gubernaturas en juego, incluida Puebla.

Los riesgos están latentes.

 

@Alvaro_Rmz_V

Piso 17 escribe Álvaro Ramírez Velasco