Una cosa lleva a la otra. El presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó su asistencia a los actos conmemorativos con motivo del 160 aniversario de la Batalla de Puebla, el próximo 5 de Mayo.

El anuncio lo hizo el gobernador Miguel Barbosa en su conferencia de prensa de la mañana de miércoles, un día después de haber anticipado que correría la invitación al Jefe del Ejecutivo Federal.

La visita de López Obrador, para dentro de 77 días exactamente, entraña una conclusión que acaso no sea perceptible aún en medio de la tolvanera por el pleito entre el tabasqueño y sus detractores.

Más allá de lo que suceda en las próximas semanas, pasada la aduana que supone la consulta popular para la revocación de mandato prevista para el 10 de abril, habrá López Obrador para rato.

No es una buena noticia para quienes denodadamente han pretendido aniquilarlo desde la trinchera opositora con los obuses que ya hemos visto, y otros que están en proceso de elaboración para luego ser detonados.

No se trata de un dogma de fe, sino razonamiento derivado de elementos de información tangibles. Desde hace casi 20 días del estallido periodístico sobre la casa gris en Houston, en la que habitó José Ramón López Beltrán, el hijo mayor, el porcentaje de aceptación ciudadana es casi el mismo que antes del escándalo, alimentado por el conservadurismo y los grupos de interés.

Según el tracking presidencial que publica todos los días Consulta Mitofsky para el diario El Economista, el presidente tiene niveles de aceptación por arriba del 60.3 por ciento, mientras que quienes lo desaprueban oscila en 39.4 puntos porcentuales.

Al 17 de enero, casi una semana previa a la revelación de la casa gris en Texas, el índice de aceptación, de acuerdo con la misma medición, era de 63.4 y el reprobatorio de 36.3.

No es difícil anticipar que con esos números en el imaginario en el país, el tabasqueño devuelva la investidura presidencial a un festejo nacional como la Batalla de Puebla de 1862, protagonizada por el general Ignacio Zaragoza y las fuerzas que se opusieron a la invasión francesa, que era entonces alimentada por los conservadores.

La presencia presidencial decidió suspenderla el priísta Enrique Peña Nieto, luego que en Puebla lo llamaran “guapo pero ineficiente” –según las palabras de la exsecretaria general del PAN, Martha Erika Alonso, en un evento de campaña de Cabalán Macari en abril de 2015-, a unos días de realizarse los festejos.

La fortaleza política de López Obrador, por encima de los deseos de sus detractores, goza de cabal salud y confirma además que se trata de un fenómeno social.

Por encima de la torpeza con la que se ha hecho el control de daños, la reacción tardía de sus correligionarios en Morena y, sobradamente la ausencia de los líderes en las cámaras, Ricardo Monreal –en el Senado- e Ignacio Mier –en San Lázaro-, Andrés López Obrador estará en Puebla el 5 de mayo.

No deberá sorprendernos si para entonces el ala conservadora vuelva a invocar, como en 1862, la intervención en México para ponerse a salvo de la forma de gobierno y el nuevo paradigma.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado