En noviembre de 2012 ejecutaron a un reportero de nombre Adrián Silva Moreno, en Tehuacán. Como suele ocurrir, cubría nota roja para diversos medios que le permitieran solventar gastos familiares. Era el tiempo del maximato poblano, con Rafael Moreno Valle en el poder.

El neodemócrata incrustado en la Cuarta Transformación, Fernando Manzanilla Prieto, era el titular de Gobernación en ese régimen absolutista instaurado por su cuñado, al que servían otros como Marcelo García Almaguer.

Manzanilla y sus corifeos decidieron despojar de su condición de periodista al reportero ejecutado por un grupo criminal. El control de daños debía ser preciso. Evitar afectaciones a la idílica escena pública que se pretendía ofrecer hacia el exterior para construir el proyecto político era la divisa.

Nadie en ese oprobioso periodo levantó la voz por el humilde reportero de nota roja en Tehuacán. En ocho años y días, tampoco nadie arqueó siquiera las cejas cuando García Almaguer pretendió instaurar el llamado “tripack”, que consistía en obligar al gobierno municipal y a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla a firmar contratos publicitarios con la prensa dócil.
Son los mismos que aún ahora carecen de conciencia social y de clase. Son quienes el viernes de la semana pasada llamaron al autor del reportaje de la casa gris en la que habitó el hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador, José Ramón López Beltrán, “Loret, el compañero de la resistencia”.

La mayoría de los panistas que se envolvieron en ropajes de lo que han carecido durante décadas, como la auténtica defensa de libertades pisoteadas por esos gobiernos, como sucedió en Puebla bajo los mandatos de Rafael Moreno Valle y Eukid Castañón –su gatillero- utilizaron la coartada de la plataforma Latinus, financiada por el priismo de la peor calaña, a cuya cabeza se encuentra otro tabasqueño: Roberto Madrazo Pintado, acérrimo enemigo del presidente.
Desde la plataforma Spaces, en Twitter, bajo la etiqueta #TodosSomosLoret, la más rancia expresión del conservadurismo llamó a “detener” y “callar” las mañaneras de López Obrador, que ciertamente cometió un error de cálculo político al revelar ingresos que por ley deben guardar secrecía y privacidad.

La diputada local de Acción Nacional, Mónica Rodríguez Della Vecchia, que forma parte de esas expresiones uniformes que claman por los tiempos idos bajo las presidencias de Vicente Fox y Felipe Calderón, se subió a esa plataforma para acusar la persecución de la que, según su acomodaticio criterio, sufrimos los periodistas en Puebla.

Rodríguez Della Vecchia es extensión de esa corriente política que vivió momentos del panismo en el poder, igual que su marido Pablo Rodríguez Regordosa, beneficiario de la construcción de la Plataforma Audi que conculcó derechos de municipios y propietarios de tierras en la zona en la que se edificó el proyecto automotriz.

Defiende hacia afuera lo que por conveniencia calló en ocho años y días. Nadie nunca fue capaz de expresar los abusos, persecuciones, amenazas y agresiones sistemáticas. Imposible pensar en una etiqueta para honrar al difunto aquel: #TodosFuimosSilvaMoreno.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado