Lo ocurrido en el Estadio de la Corregidora de Querétaro, más que un arma para atacar al que piensa distinto, debería ser usado como una lección de todo lo que está mal en nuestra sociedad.

Los grupos de siempre tomaron el tema para culparse unos a otros, para soltar su intolerancia contra el que piensa distinto, para asumirse como únicos dueños de la verdad. Por eso estamos así, porque en cada hecho político, deportivo, económico y/o social, ambas partes lo llevan a su extremo del ring.

¿No les cabe en la cabeza que lo ocurrido tiene ingredientes de todo y de nada?

Claro que hay una realidad violenta que se ha alimentado con los años, gota a gota hasta explotar en una grada. Hay desigualdades, falta de educación y empatía que se hacen evidentes en esos momentos de ira. También hay machismo salvaje y una identidad mal entendida.

Hay presidentes que nos metieron en una guerra, hay presidentes que alimentan discursos de división, hay empresarios que priorizaron sus negocios, hay otros que buscan sacar raja de todo esto. Hay todo un gran mapa de causalidades, ¿es tan difícil verlo? ¿O es a propósito?

Fue triste ver la nula reacción de los directivos, la respuesta a la violencia en el fútbol mexicano, que ya debe verse como una enseñanza perdida. Lo ocurrido no es más que otro episodio de todo un gran problema que ha venido agravándose.

Seguidor de Cruz Azul, he sido testigo en primera y tercera persona de episodios lamentables de violencia entre aficionados celestes, y contra aficionados de América, Chivas, Pumas, Puebla, Tigres, Atlas y hasta del Veracruz.

Es cierto también que a Ciudad Universitaria, casa de los Pumas, no es nada recomendable asistir con la playera del equipo rival. La afición de la UNAM es tristemente famosa por las corretizas que les pegan a los aficionados rivales. Los despojan de la playera, la queman y otras veces, las cosas han llegado lamentablemente hasta los golpes.

De Club América, aquella campaña del “ódiame más” no promovía los valores del deporte. Aunque fue contagiosa, usó la enemistad que provoca su club para promover una falsa identidad. También se sabe de la violencia de aficionados cerca de la cancha del Estadio Azteca.

También ha habido episodios de violencia en el Cuauhtémoc. Alguna vez presencié cómo un joven fue golpeado por miembros de una barra del Club Puebla, por el pecado de pasearse con su playera de los Tiburones (desaparecido equipo que también vivió historias de violencia).

Y no está de más recordar episodios violentos entre aficionados de Rayados y Tigres, de Chivas y Atlas, el molesto acoso al visitante en casa del León y de Tuzos, estos últimos los culpables de traer las famosas barras argentinas al país.

Lo cierto es que ningún club se salva. En TODOS los estadios y en TODAS las aficiones hay inadaptados que no entienden que el fútbol no es más que un juego; “lo más importante de las cosas menos importantes”, cómo decía Arrigo Sacchi.

 

@Olmosarcos_

Máscaras escribe Jesús Olmos