El personaje de la afamada serie de culto transmitida por HBO, Los Soprano, tiene una mala copia en la esfera local con un presunto personaje de ficción, pero de notoria limitada influencia, detrás de la cual está Adán Morales.
Se trata de un extrabajador del volante que encontró en los medios una forma de “control de residuos”, presionar e intimidar: “me gusta la plata, el perico y el sexo casual. Estoy en puebla (sic) al servicio de la mafia”, admite en sus cuentas de redes.
El Soprano de aquí cerquita tiene un alter ego: el periodista Mario Alberto Mejía, a quien como al personaje de la televisión, copia sin fortuna el estilo con todo y puntos y comas. Sus escritos, ciertamente, son bastante menores.
Como con el Tony Soprano de HBO, la copia también resulta deficiente. Carece de ingenio, sagacidad y oportunidad.
No por falta de entusiasmo, sino por la pobre capacidad para crear contenidos que respondan a la expectativa de un lector atento, estricto y demandante.
Esas carencias notables las suple con discutibles herramientas para hacer notar su disminuida presencia en la esfera pública, mediática o en redes sociales.
La víspera, por ejemplo, utilizó una fotografía que retrató el 1 de agosto de 2019 un encuentro de amigos, entre quienes estuvimos el autor de la columna, los periodistas Zeus Munive, Ricardo Morales, Gerardo Ruiz; el empresario Víctor González y Pedro Gómez, en ese entonces director del Sistema Estatal de Telecomunicaciones.
La mayoría de quienes estuvimos en esa reunión habíamos hecho lo que corresponde a todo reportero, luego de una larga jornada de trabajo en la cobertura de la ceremonia, en la que por primera vez un gobernador auténticamente de la izquierda mexicana desplazaba del proscenio al bipartidismo que se vivió en la escena con PRI y PAN.
Sin un solo dato fidedigno, confiable, incontrastable, este personaje del folclor poblano sigue viendo una reunión para complotar contra el gobierno de Miguel Barbosa y sus funcionarios. La conspiración, como la posverdad, puesta al servicio del mejor postor.
El Soprano de aquí cerquita no lo entenderá nunca porque lo suyo no es gastar suela del zapato en la búsqueda de información auténtica y fidedigna para robustecer contenidos para su sitio en internet.
Lo suyo es el estercolero, la procacidad y la manipulación arbitraria de sus humores, fobias o apetitos personales, en la que tiene como socio a un furibundo crítico de la 4T: Octavio Corvera, un abogado que se dice “orgullosamente panista”, pero que como la perra brava de casa, hasta los de casa muerde.
En las últimas de sus conjeturas, acusó a un funcionario municipal del gobierno panista de recibir dinero de empresarios de giros negros, proteger la trata y pedofilia, incluso de haber estrenado novia.
Es la calidad ética de un personaje que careció de la más elemental capacitación en el plano deontológico para ejercer un oficio notoriamente noble en el que hasta los Tony Soprano caben, aunque estén llenos de estereotipos, clichés, clasismo y mala leche.
@FerMaldonadoMX
Parabolica.mx escribe Fernando Maldonado