Un video donde se muestra a una mujer vendiendo antojitos por los pasillos del recién inaugurado Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y una serie de comentarios supeditados a las ideas del mestizaje cultural propicio del colonialismo, racismo y clasismo se vierten en un contexto pletórico vorágine de emociones y reivindicaciones sociales y de expresiones masivas en las calles, así como en las redes.
Los temas, son bastos, pero principalmente gravitan en el reconocimiento de derechos de las minorías y de los socio-históricamente marginados. Aún no concluye un mes donde se reflexiona y actúa en exigencia del respeto a los derechos humanos y el enorme pendiente del Estado con los feminicidios, equidad de género, destrucción del patriarcado en todas sus expresiones, derecho a decidir sobre su cuerpo; fin de la violencia de género, eliminación del acoso sexual y su reconocimiento laboral y social, así como la desapariciones forzadas y el asesinato sistemático de activistas, comunitarios y periodistas.
Sociohistóricamente, los pueblos originarios han dependido del calendario o de fechas emblemáticas como el 12 de octubre, o del marketing que se apropia culturalmente a partir de la moda; o de una actriz que recibe reconocimiento nacional e internacional desde la exhibición mediática que refleja ficción de tendencias colonialistas y clasistas.
Este México racista responde en primera instancia a las políticas nacionalistas promovidas por el Estado postrevolucionario y el aprovechamiento de estereotipos desarrollados a partir del eurocentrismo promovido en los medios masivos de comunicación que contribuyen a la consolidación de imágenes estereotipadas y centradas —también— en la marginalidad y en un profundo sentido de superioridad intelectual, económica, social y hasta culturalde las clases hegemónicas.
El discurso basado en una engañosa “irracionalidad” tomada de un discurso meramente meritocrático que, no sólo pone en tela de juicio la falta de modernidad de la clase más desprotegida; sino que también lo coloca como un obstáculo de progreso individual, pero también como nación.
“Por esto, seguimos siendo un país tercermundista”, “me rehúso a comer un elote o esquites en un vaso oaxaqueño mientras espero mi vuelo”
México, el país que fútilmente admite ser clasista pero no racista.
Ecosistema Digital
Carlos Miguel Ramos Linares
@cm_ramoslinares