El último bastión que quedaba del morenovallismo en Acción Nacional terminó por rendir la plaza. No es una subjetividad, sino diagnóstico preciso sobre la condición que imperó en ese partido político desde que una incondicional como Genoveva Huerta Villegas fue llevada a la presidencia por su tutor, el personaje que se convirtió en brazo armado del grupo, Eukid Castañón, recluido en un penal federal en Durango.

Ver en retrospectiva conviene porque se verá con mayor precisión la forma en la que ese clan operó desde la dirigencia partidista, que paradójicamente enarbola el “bien común”.

Con Huerta en la dirigencia y sus mastines en diversas posiciones hostigaron, persiguieron y hasta denunciaron a correligionarios por una vendetta para lavar heridas presuntamente causadas al grupo político.

Como agrupación delictiva operaron desde el Gobierno y la estructura partidista en contra de quien se oponía a los afanes transexenales de Rafael, el líder de esa agrupación.

Uno de los blancos fijos fue Eduardo Rivera Pérez, que una mañana de 2017 en el comedor de su casa confió a un grupo de invitados a desayunar, la presunción de perder la vivienda en la que aún vive con su familia por una trama política, además del acoso mediático que hurgó hasta en intimidades de familia.

Era el sello de la casa: el aniquilamiento político y moral, al que la propia Genoveva se prestó como dirigente partidista.

El edil de la capital debió reinventarse. Fue cobijado por la dirigencia nacional y trabajar desde nada, su proyecto, hasta alcanzar la candidatura y luego, la presidencia municipal.

Ah tenido que andar en suelo minado por los celos políticos en el panismo, los boicots instrumentados -Pablo Rodríguez Regordosa vive sus rencores-, y algunas ineficacias en el equipo de trabajo y gabinete.

Ahí está el aún, incrustado como mácula Michel Chaín Carrillo, perfil que incomoda al círculo cercano del edil por la mala reputación y notorio pasado morenovallista.

La diputada federal que apenas recibió el último revés de la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, a donde había llevado sus veladoras para tumbar a Augusta Díaz de Rivera de la dirigencia, se dobló.

Debió haber tragado saliva y acompañar a su contrincante de años para aparecer en la foto la mañana de miércoles, ante el azoro y comidilla del mundo político. Ya antes habían desfilado legisladoras y legisladores con tufillo opositor como Carolina Bauregard, Eduardo Alcántara y Osvaldo Jiménez.

Desde que derrotó en las urnas a la morenista Claudia Rivera en la elección de 2021 en un contexto especial, el perseguido del morenovallismo, al que todo entregó Genoveva Huerta, consolida su liderazgo en ese partido y hasta ahora nadie parece disputarle competitividad en la definición de 2024, cada vez más cercano.

La ex dirigente partidista y actual diputada federal deberá tomar su turno para esperar, al último lugar de la fila de quienes dentro del PRI, PAN y PRD, esperan levantarle la mano en 2 años más.

 

@FerMaldonadoMX