Con internet llegan nuevos retos, pero también incertidumbres. Con la aceleración de la digitalización, las ventajas e inconvenientes son variadas, pero centrarse en un único aspecto positivo o negativo supone siempre una simplificación que oculta la complejidad de diferentes visiones de fenómenos sociales.
El debate académico y social, en los últimos tiempos, se ha centrado en los riesgos que conllevan la red y pretende, en muchos sentidos, complejizar el argumento y a veces desmitificar o matizar la tecnocracia; es en este sentido que a continuación abordaré algunas reflexiones.
Abordar estas líneas es reflexionar sobre la brecha digital que supone un ejercicio de democratización y participación ciudadana digital, que incluye la desigualdad en grupos sociales, así como el aislacionismo que reprime la socialización misma en el espacio público a partir del clickativismo que supuestamente sustituirá otras formas de compromiso cívico. Por otro lado, está la censura de contenido que atenta contra la libertad de expresión, además de voces discrepantes en la red que nublan su visión de la constante vigilancia estatinista y la manipulación o reafirmación ideológica a partir de la violencia simbólica.
La apropiación tecnológica se da en varios niveles, y en los países desarrollados la brecha digital es prácticamente inexistente en el sentido del acceso, pues se trata de un primer paso, pero en el que resulta fundamental el uso, la alfabetización y apropiación para crear un sentido de comunidad. Las variables socioeconómicas en entornos rurales o urbanos, de género, nivel educativo, no son relevantes, salvo el de la edad. Los adultos mayores son un estrato desmotivado por el uso de la red, tal vez por el contenido que se vierte en ésta.
Por otro lado, parece más cómodo realizar clickactivismo o activismo de sofá para cambiar una realidad, y aunque las personas que mayormente utilizan internet son más socializadoras, aún está en duda que sean las que sostengan más relaciones cara a cara y que a partir del activismo digital logren cambiar su entorno en pro de un bien mayor: el comunitario. Con esto no minimizo simbólicamente cualquier manifestación de ideas en la batalla de la contraposición entre hegemonía y contrahegemonía, las formas de activismo digital forman parte intrínseca del valor de exponer ideas opuestas al poder.
Finalmente, la censura que pese a la estructura de la red diseñada como un sistema de comunicación resistente a la censura, cada vez son más notorios los elementos narrativos que logran reafirmar ideologías, pero a partir de la violencia simbólica.
Ecosistema Digital
Carlos Miguel Ramos Linares
@cm_ramoslinares