A mi querido amigo Julián Haddad Férez,
quien simplemente se nos adelantó.
¡A completar un millón de abdominales en el cielo mi July!
En el BEAP, S.C. nos dedicamos a medir la opinión pública en forma científica desde hace 23 años. Y una de las áreas que más abordamos en nuestros estudios es la Evaluación Gubernamental; es decir, preguntamos a muestras representativas de algún entorno si aprueban o desaprueban a su autoridad gubernamental y qué calificación otorgan a su trabajo.
Invariablemente, los peor calificados siempre son los presidentes municipales.
La gente en su gran mayoría se queja de los problemas más próximos: servicios públicos, agua potable, alumbrado y en primer lugar, la terrible inseguridad pública. Y de todo ello hacen responsables a los alcaldes.
Cuando buscan el voto popular prometen “ahora sí” resolverán todos los problemas que el actual alcalde no ha podido resolver, pregonan que “cambiarán el rumbo”, para pronto darse cuenta que los problemas más graves no se resuelven de la noche a la mañana y que tres años no alcanzan.
Los problemas son directamente proporcionales al tamaño de los municipios. En entornos pequeños-rurales, hay alcaldes que están muy bien calificados. Mientras más grande es el municipio, mayores sus problemas y la percepción de la sociedad es mucho más crítica y las calificaciones siempre son bajas y de plano reprobatorias.
Puebla capital, Tehuacán y San Martín Texmelucan son sitios donde no pueden con los problemas. Los rebasan. Intentan resolverlos, pero cada día aparecen más. Prometen solucionar todo en campaña, para toparse con la realidad cotidiana: inseguridad descontrolada, ambulantaje, prostitución, desorden vehicular, de robo de autopartes, colonias sin servicios, baches, parques y zonas públicas descuidados y un larguísimo etcétera.
Los alcaldes quieren saltar a siguientes cargos, siempre y sin excepción. Quieren ser diputados locales o federales, algunos despistados quieren ser senadores y la enorme mayoría sueña con reelegirse. Y el alcalde de la capital quiere ser gobernador.
El pequeño problema es que pocos alcaldes son bien calificados por sus comunidades. Y en la capital recuerdan más a sus alcaldes por sus errores que por sus aciertos. Es el peor cargo previo a buscar una gubernatura. Pero no entienden.
Ser diputado, senador u ocupar algún cargo en el gabinete estatal quizás no tenga la proyección mediática que tiene un alcalde capitalino, ni el presupuesto que maneja, pero tampoco tiene todas las críticas que desata un munícipe por su falta de resultados gubernamentales. Es más, que yo recuerde… casi ningún alcalde de la capital ha llegado a ser gobernador inmediatamente después de su gestión. Cada quien saque sus propias conclusiones. Pronto, más encuestas.
Al Pie de la Letra