Debió haber sido el año 2001. Había transcurrido ya el primer año de la LVIII Legislatura (2000-2003) de la Cámara de Diputados y venía avanzando la discusión sobre la primera Ley de Transparencia, ese ejercicio de rendición de cuentas que hoy es tan común y que, entonces, apenas caído el priato hegemónico, resultaba novedoso, urgente y tantas veces postergado.
Miguel Barbosa Huerta, entonces diputado federal de izquierda, el único poblano de la bancada perredista, y secretario de la Comisión de Gobernación, en donde se analizaba el tema, leía unos documentos en la recepción sin recepcionista, de la planta baja del Edificio B del Palacio Legislativo de San Lázaro, ese enorme predio que, antes de ser la sede parlamentaria, fue el patio de maniobras de la estación de trenes de la capital del país.
Nos saludamos y, luego de hablar apresuradamente de un par de temas, terminamos muy metidos en una charla sobre la izquierda. Él habló sobre su cardenismo y cómo la figura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano había sido definitiva para sumarse a la izquierda.
Salió en la plática Andrés Manuel López Obrador -en ese entonces jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal- y hablamos sobre la coincidencia que tuvieron, el tabasqueño como presidente nacional del PRD y el poblano como dirigente estatal.
La izquierda con la que Barbosa entonces se sentía más identificado -recuerdo- era con la reflexiva y propositiva. El modelo cardenista era el más próximo a su pensamiento, pero también la izquierda profunda y esencial.
A 22 años de distancia, Miguel Barbosa ha cumplido este lunes 1 de agosto de 2022, tres años desde que asumió el cargo de gobernador de Puebla.
Su administración ha atravesado las dificultades de la pandemia, que llegó a México y a Puebla apenas a los seis meses de su acto de toma de protesta.
Durante 2020 y 2021 las decisiones que se tomaron desde el gobierno, desde el poder, tuvieron como condicionante la salud de los poblanos y la emergencia sanitaria, que llegó emparejada con la económica y la social.
Los detractores de Barbosa, que se disfrazan de reflexivos, hoy solamente pueden debatirle algunos dichos, pero no le reprochan hechos. Incluso reconocer que es consecuente y congruente en su visión social y política.
Su estilo frontal de respuesta directa no les gusta a algunos. Contesta “muy feo en sus conferencias de prensa”, han dicho quienes desde su conciencia de cristal se sienten ofendidos. Y así muchos.
La Puebla del priato de 80 años y del morenovallismo depredador de casi una década no preparó, anímica ni políticamente a quienes antes disfrutaron la sumisión y los abusos, para la izquierda que hoy gobierna.
Esencialmente, la diferencia de otros tiempos, otros gobiernos y otros gobernadores es la concepción del poder del barbosismo.
“El poder se cuida. Si el poder está bien, el Estado está bien y, si el Estado está bien, la gente está bien… El poder no puede ser arrogante ni generar temor. Debe estar destinado a generar bienestar a favor de los que menos tienen”, dijo este lunes Barbosa, en una reunión a propósito de este tercer aniversario de su rendición de protesta.
Han pasado 22 años de aquella reflexión cardenista, de aquella plática de mediodía en San Lázaro, sobre la izquierda mexicana.
@Alvaro_Rmz_V