Hombre del sistema priista, el que quedó atrás y luego se convirtió a la Cuarta Transformación, Manuel Bartlett Díaz, ha violentado reiteradamente un conjunto de normas políticas de las que él mismo ha abrevado.

Quizás la de mayor significado sea la que tiene que ver con el hombre, el poder y el momento que le tocó alcanzar el máximo cargo en Puebla, cuyo gobierno corrió entre 1993-1999, cuando el rancio PRI gobernaba con absolutismo.

Una máxima acuñada entre hombres del poder -estirpe a la que el propio Bartlett pertenece- es la que se refiere a que un buen gobernador se le conoce cuando ha terminado su gestión, como ex mandatario por razones de diversa índole.

El mejor depositario del poder Ejecutivo es el que conserva aplomo y distancia del momento y coyuntura que le son ajenas por razones naturales en la esfera pública para contribuir a la salud política del estado que gobernó.

Tiene que ver con la inteligencia emocional y la madurez política, indispensable para guardar decoro y sensatez que se acumula con el paso de los días en el ejercicio de gobierno, hasta el final.

Bartlett Díaz atenta contra las normas que los hombres mejor capacitados para la cosa pública observan con equilibrio, sin aspavientos por el ciclo natural de toda actividad humana: el retiro voluntario.

Olvidar esa máxima termina por atentar contra los equilibrios naturales entre grupos de poder que buscan espacio y dominio propios por las artes de la política. Literatura sobre ese tipo de episodios en el mundo, existe en abundancia.

Quien ha sido prácticamente de todo en México, desde Secretario de Gobernación, Educación, Senador de la República en dos ocasiones, muestra en Puebla un aspecto que no corresponde al de un hombre de poder y de Estado.

Ya en el rancio PRI y en el Partido del Trabajo, al que obedeció como integrante del Senado de la República, se transformó en un vulgar promotor de las aspiraciones de un perfil de talla menor como Ignacio Mier Velazco.

Negar ser su impulsor en esta y otras etapas a quien recogió del modesto cargo de alfabetizador para adultos hasta nuestros días, resulta ocioso e innecesario.

En algunos cuadros del Movimiento de Regeneración Nacional se recuerda aún con claridad cuando Bartlett Díaz llegó a promover como candidato, sin suerte, hasta que se le fue concedida la diputación federal por la vía plurinominal.

La apuesta ha sido mala si se toma pie juntillas la especie divulgada en la columna del periodista Raymundo Riva Palacio, que coloca a la creatura de Bartlett Díaz como un vulgar extorsionador del Presidente de la República.

Tanto batallar contra los ex presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón, panistas que llegaron al poder entre 2000-2006 y 2006 y 2012, con notorias debilidades políticas y códigos de ética, para terminar en una condición similar.

Fox Quezada promovió a su esposa, Martha Sahagún como aspirante a la candidatura presidencial; Calderón Hinojosa quería a un español como sucesor, el difunto Juan Camilo Muriño.

Ambos expresidentes no cesan en su imprudencia y hasta desequilibrio emocional, presas ambos del enojo por el poder que se les fue de las manos con el paso del tiempo, hasta provocar hilaridad.

Manuel Bartlett, el infranqueable muro de contención frente a la ambición de la derecha y sus cabecillas termina su ciclo de forma vergonzante, sin darse cuenta de su conservadora posición.

 

@FerMaldonadoMX