Han pasado 40 años desde que la entrañable María del Rosario Ibarra de la Garza, más conocida como Rosario Ibarra de Piedra -quien recién falleció el pasado 16 de abril-, fue la primera candidata a la Presidencia de la República de México, en el proceso de 1982, y a esa distancia, se configura la posibilidad de que en este 2022 sean tres mujeres las que comparezcan, en guerra electoral, en las urnas, para llegar a Palacio Nacional.
Por supuesto, dos de ellas representarían apenas opciones testimoniales y la tercera, de acuerdo con las encuestas, se convertirá en la primera mujer que ocupe la Presidencia en México: Claudia Sheinbaum Pardo.
Pero más allá del logro de que sean mujeres las candidatas por Morena y los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) -Movimiento Ciudadano irá seguramente con un hombre como abanderado-, hay que hacer la reflexión del nivel que podría tener la contienda.
Sheinbaum, quien estuvo este fin de semana en Puebla, tiene ya muy definida la ruta, su ritmo e incluso su proyecto de continuar la transformación que, como obra de vida, fundó y encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Tiene merecimientos personales, académicos y políticos suficientes. Parece candidata, habla como candidata y camina como candidata, porque será la candidata del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Por el PRI, se presenta como la opción más interesante la casi legendaria Beatriz Elena Paredes Rangel, pionera del feminismo efectivo, aquel que ha superado las pancartas y las proclamas, para apropiarse de un lugar en la vida pública y en la historia del país.
La exgobernadora de Tlaxcala (1987-1993), primera mujer en contestar un informe presidencial y muchos otros logros como pionera, aportaría, en caso de llegar a la postulación de su partido, un alto nivel al debate.
Ella y solamente ella podría devolverle al tricolor algo del prestigio dilapidado por tantos y tantos dirigentes a lo largo de los años y, recientemente, lanzado al caño por Rafael Alejando Moreno Cárdenas, aquel al que apodan “Alito”, presidente todavía -inexplicablemente- del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI.
La expresidenta de la Cámara de Diputados y exembajadora de México en Brasil -además una compositora de buen calibre e intérprete de sus propias canciones- es la única que tendría la estatura para darle batalla ideológica, discursiva y de conocimientos a Sheinbaum, quien de todos modos se encamina a una inexorable victoria en las urnas en el verano de 2024.
Con Beatriz Elena contra Claudia habría buen nivel y, con seguridad, pasajes memorables en la campaña que antecederá a la cita con las urnas.
Mucho lo agradecería la política mexicana y su tan deteriorado ritmo y nivel.
Sin embargo, en caso de que el PAN postulara a la senadora María Lilly del Carmen Téllez García, más conocida como Lilly Téllez, el nivel desde el lado de la derecha sería deplorable, de cañería.
Una guerra de insultos con una altísima carga de misoginia, a pesar de que sería una mujer quien las esgrimiera. Penoso. No tiene caso abundar.
2024 puede ser el campo de batalla de mujeres en guerra, pero dos de ellas con códigos de honor y estatura, y la otra… una panista.
@Alvaro_Rmz_V