El zafarrancho que este martes organizó la perredista Roxana Luna Porquillo a las afueras de Casa Aguayo, en el Barrio de El Alto, no es sino la reedición de otra historia muy parecida en la que fue impulsora y protagonista, con una salvedad; en 2002, hubo un gobernador injuriado y zarandeado: Melquiades Morales Flores, uno de los mandatarios que con mayor mesura condujo las riendas del gobierno.

Profesional del desastre, la exdiputada federal atizó una revuelta en un informe de gobierno municipal de San Pedro Cholula, que en el periodo de febrero de 2002 a enero de 2004 estuvo encabezado por el entonces priista Alejandro Oaxaca Carreón, con quien Luna Porquillo tenía alguna de las muchas diferencias que existen en una demarcación marcada por la polarización.

Fue una fría tarde del 14 de febrero cuando el edil salió a la -paradójicamente- Plaza de la Concordia hasta donde llegó el convoy con la camioneta en la que arribó el exgobernador para acompañar al edil en ese ritual del poder en México. Hábil, la mujer que protestaba se coló entre el aparato de seguridad, increpó y hasta llegó a tocar saco y corbata del Ejecutivo.

Se armó una campal entre el personal de seguridad del prudente gobernador, escoltas del edil cholulteca y los protestantes que alcanzó a los medios de comunicación que con parsimonia daban cobertura informativa a una ceremonia que hasta antes de la irrupción violenta, resultaba poco atractiva en un sábado de ambiente frío y en una fecha como el Día del Amor.

En la campal que se vivió esa tarde fría cholulteca, un camarógrafo fue derribado por un escolta en una carrera en el centro de ese lugar, el equipo de televisión sufrió daños de consideración y la empresa terminó por demandar ante el Ministerio Público al edil por daños en propiedad ajena, pues se pudo comprobar que el golpeador trabajaba al servicio de Oaxaca Carreón.

Tanto ha cambiado el mapa que el equipo de enviados, lejos de dolerse de agresión a la prensa, como hoy en día sucede con relativa frivolidad, decidió seguir en la cobertura tras la revuelta, pleito y polarización. Nadie de los reporteros de hace dos décadas se victimizó, ni jamás se invocó el derecho a la información como deidades intocables.

Las escenas de este medio día a las afueras de Casa Aguayo, en las que un grupo de manifestantes liderados por Roxana Luna violentaron el recinto y a los uniformados que fueron dispuestos para contener a una masa virulenta y manipulada, no deben ser motivo de asombro porque son las que se han repetido sucesivamente.

Los métodos de presión son exactamente los mismos que los utilizados hace 20 años, cuando Luna Porquillo buscaba un legítimo lugar en la izquierda a base de presiones a los gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional, que antes era el adversario a vencer pues la diferencia ideológica y programática era absolutamente diferente.

El cambio en el tablero de la política ha sido de tal magnitud que Luna Porquillo desapareció de la protesta callejera para vivir un periodo de vino y rosas luego del pacto suscrito con el morenovallismo. No hay duda de ese arreglo, pues la prensa publicó una fotografía en la que se ve a la virulenta protestante de ese febrero de 2002 en una apacible y dócil conducta frente a Martha Erika Alonso, quien ya se enfilaba para contender por la gubernatura por el PAN en 2018.

Roxana Luna repite la dosis de siempre; sin embargo, el método puede no ser tan eficaz como en el pasado. El gobernador de aquel 2002 no es el mismo de este 2023; el PRD se ha convertido en una entelequia y el PRI no gobierna más. El cambiante tiempo de la política es opuesto al paradigma con el que creció a la política.

 

@FerMaldonadoMX