Una infidencia cometida por el entrenador de un centro de acondicionamiento físico que se localiza en la calle Cúmulo de Virgo volvió a poner de manifiesto la conducta poco confiable de Fernando Manzanilla Prieto, en el plano de la política.

El nombre y perfil de ese especialista en desarrollo físico, muscular y resistencia es irrelevante cuando se pone bajo el escrutinio el desencuentro del último tramo de la semana pasada, cuando el excuñado de Rafael Moreno Valle reveló lo que, ciertamente, era innecesario y de poca trascendencia: la práctica deportiva del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina.

La política llevada al plano de la vida privada termina por reducir el nivel del debate público, es sabido y eso fue lo que sucedió cuando Céspedes Peregrina condenó esa práctica que quedó a nivel de chisme de quinto patio.

Más allá de la intromisión a la privacidad de un político de alto perfil, como ocurre con el gobernador por parte de quienes de manera frecuente se conducen con poco rigor y honorabilidad, estamos ante la confirmación de un personaje cuya forma de operar es la misma, sistemática y largamente documentada.

No debió haber sido del agrado del todo para Fernando Manzanilla Prieto haber sido exhibido como un personaje lenguaraz, impulsado por la frívola idea de colocarse en el centro de la discusión pública.

Quienes han cubierto las distintas etapas del largo proceso político en Puebla conocen a este personaje oscuro que salió del viejo PRI, en la época del llamado grupo Finanzas, liderado por el fallecido Moreno Valle, impulsado entonces por el exgobernador Melquiades Morales Flores.

Desde entonces, ha buscado atraer reflector y propiciar espacios para escalar en el peldaño de la política y la función pública, aún a costa del sacrificio de las lealtades a las que estaba obligado a guardar, incluso aún por razones familiares.

Un ejemplo de esa conducta irascible de quien, paradójicamente, impulsa teorías bajo el concepto de la felicidad, ocurrió en diciembre de 2018, como un cercano al grupo político del excandidato al gobierno de Puebla por la coalición Juntos Haremos Historia, Miguel Barbosa.

Dos imágenes captadas por la reportera gráfica de parabolica.mx revelaban el enojo y frustración de Manzanilla Prieto por la conducta en tribuna de otro político de conducta igualmente marcada por el protagonismo, José Juan Espinosa Torres.

El teórico de la felicidad montó en cólera, se dolió de haber sido víctima de espionaje y amagó con llevar al equipo editorial y al responsable de la publicación a un pleito jurídico que nunca llevó a la práctica.

En el fondo, lo que llevaba a este cercanísimo colaborador de Ignacio Mier Velazco, el coordinador de los diputados federales de Morena y aspirante a la candidatura en 2024, estaba haber sido exhibido como un delator de compañeros de aventura.

Esa misma conducta fue exhibida cuando un periodista local publicó la fotografía de un tenebroso Manzanilla sentado frente a Antonio Gali López, el hijo del exgobernador, en un momento clave de la vida política de Puebla.

La tenebra exhibida de manera reiterada es lo que más incomoda a este personaje, como sucedió con la vida privada del gobernador de Puebla y eso lo inhabilita por la notoria ausencia de congruencia y seriedad.

 

@FerMaldonadoMX