No hay síntoma más grave de putrefacción de un partido político cuando uno de sus personajes usa todas las armas a su alcance en contra de la ciudadanía.

Casos hay muchos y muy evidentes; cuando los protagonistas del poder pierden el piso, la primera alerta es acotar la vida cotidiana de sus gobernados.

En Puebla, está el caso de Ignacio Mier Velazco y el uso que daba a sus arietes mediáticos para congraciarse con el morenovallismo, desde donde se armaban campañas contra ciudadanos que eran incómodos en un periodo del que fue socio y accionista, se benefició económicamente y también en materia política.

En el Veracruz de Javier Duarte estaba la policía de Arturo Bermúdez, un grupo que actuaba de manera paralela a lo legal, dispuesta a todo, absolutamente a todo, por borrar a las voces críticas de sus gobernados y en general al duartismo.

El caso que más salta a la vista, actualmente, es el de la panista Sandra Cuevas, la alcaldesa de la Cuauhtémoc en la Ciudad de México, que atenta contra todo lo que choque con su idea del orden.

Lo que hace esta mujer enciende todas las alertas no sólo para la capital del país, sino para todo México, por la incursión en el mapa político de una ultraderecha totalitaria, intolerante y mezquina.

Y es que en su afán de vender que ella personifica el deber ser de la sociedad, la alcaldesa panista trata de inducir a la ciudadanía en la manera de conducirse en la demarcación que gobierna.

Violenta en sus actitudes, en su uso del lenguaje, violenta al instigar a terceros, violenta contra comerciantes y adultos mayores, muestra su tinte autoritario sin pudor.

Sandra Cuevas, ligada al grupo político de Ricardo Monreal, atenta sin miramientos contra la cultura, las costumbres y la identidad, valores que en realidad debería proteger y salvaguardar como un tesoro.

Su última decisión, de vetar los bailes sonideros, valga la pena decirlo –porque le molesta el ruido en su lujoso departamento-, son la mejor evidencia de que hay una batalla perdida para aquello que hace única a la Ciudad de México.

Comenzó con los rótulos, tianguis, grafiti, y siguió con el baile y la música, ahora puede seguir cualquier otra expresión de cultura. Luego será borrar los oficios, los hábitos y hasta de la vestimenta local, donde para esta fanática de la corrección parece no haber límites.

Su ejemplo nos remonta a comportamientos como los de la Santa Inquisición en la época Virreinal, Sandra Cuevas quiere modificar comportamientos que han estado muchísimo antes de que ella llegara y que se quedarán después de que se vaya. 

El verdadero terror es que se trata de gobernantes de derecha que en el pasado ya nos llevaron a una guerra fallida, y en lugar de ofrecer más espacios para la sana recreación de la gente de a pie, cortan todo atisbo de cultura en aras de algo que ensalzan y que llaman buenas costumbres.

 

@Olmosarcos_