El fin de semana se registraron tres homicidios dolosos en la zona de Chietla-Atencingo; dos fueron ejecuciones y un feminicidio, pero, además, se produjo un ataque armado directo en contra de un grupo de policías municipales, lo que demuestra el ambiente hostil en el que viven cientos de familias poblanas en el día a día.
En cada uno de ellos hubo una expresión de crueldad y también de maldad a la luz de las características de los hallazgos de los cuerpos sin vida que refleja una notoria condición de superioridad mal sana entre quienes perpetraron los ataques.
No hubo un solo detenido, y eso que en la zona existe presencia permanente de la Policía Estatal, pero como si no fuera de esa manera porque, además, en cada uno de los eventos hay una muy delgada línea que divide al delito del fuero común con el del crimen organizado.
Muchos de esos hechos se registran lejos de la Angelópolis, en donde existe un clima de opinión generalizado que soslaya la existencia de un cosmos que se encuentra mucho más allá de la zona de Atlixco, o de la zona geográfica en la que por años del panismo en el gobierno absorbió en su totalidad el gasto público, para dejar migajas a los “otros” poblanos.
Esa disparidad en la inversión pública para infraestructura, servicios y seguridad pública pasa la factura a la sociedad de esa basta región que todos los días trata de desempeñar actividades productivas sin ser víctima de la delincuencia que lastima economías domésticas y diezma impulsos productivos.
Hechos delictivos en municipios mixtecos, que difícilmente alcanzan notoriedad en los grandes medios de comunicación de la capital, pero que están ahí, como parte de la cotidianidad en esa región que se debate entre la decisión de denunciar o soportar el oprobio del atraco a cambio de la fortuna de no haber sido violentado por la máxima de salvar la vida.
Proveedores o vendedores de refresco embotellado, papas, pan y cigarros, que trabajan bajo el esquema de preventa y que por tanto carecen de efectivo, son permanentemente sometidos, golpeados, amenazados si no dejan a los asaltantes el poco dinero que traen en los bolsillos.
Muchos de los trabajadores de grandes empresas dedicadas a la venta de productos en el territorio nacional ya no quieren entrar a la zona de la Mixteca. Se trata de un fenómeno que ya ha sido visto en otras latitudes igualmente lastimadas por la violencia y la delincuencia, como Michoacán o Tamaulipas.
Históricamente, la Mixteca poblana ha estado marcada por hechos violentos como consecuencia del olvido oficial, la cercanía con estados marcados por la delincuencia, como Guerrero, Oaxaca y Morelos; factores que se conjugan con un ambiente crecientemente hostil por la presencia de pandillas integradas por jóvenes que llegan de Estados Unidos, influenciados por maras y otras expresiones violentas en aquel país.
A ese caldo de cultivo se debe añadir un factor que resulta determinante: el alcoholismo normalizado en la sociedad de esa región caliente del estado que se observa a lo largo de la semana y que, parece, no tendrá fin.
@FerMaldonadoMX