La recién estrenada titular de la Secretaría de Educación, Isabel Merlo Talavera, ha dedicado su vida al magisterio y a la política. Fue maestra frente a grupo, luego de cursar estudios en la Escuela Normal; fue directora escolar y formó parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Ningún mérito docente ni político ha sido suficiente para esa jauría que desde el viernes de la semana previa alimentó una campaña infame, incluso con visos de misoginia y violencia de género, en contra de una mujer que se ha distinguido por la discreción y el equilibrio en su conducta pública.
De la risotada a la injuria, dedicaron tiempo y uso de redes sociales para hacer mofa de la nueva funcionaria. Ha sido coartada para dar cauce al cobro de facturas al gobierno que ahora encabeza Sergio Salomón Céspedes Peregrina, permanentemente sometido a presiones desde diversos frentes.
Merlo Talavera es también válvula de escape del agravio, el desquite y desahogo del machismo que anida detrás del remitente de las descalificaciones que, un día sí y otro también, alimentan la maledicencia y contenido para un segmento acostumbrado a la carroña y los despojos de la política.
En la última entrega de la Parabólica, se dijo que antes o después del fin de semana, el gobernador anunciaría cambios en al menos dos dependencias del gobierno, Movilidad y Transporte y Educación Pública. En efecto, ocurrió, pero también los hubo en Igualdad Sustantiva y en el Comité Administrador Poblano para la Construcción de Espacios Educativos.
La nueva titular de Educación Pública sustituyó a José Luis Sorcia, nombrado en octubre de 2022 por el finado gobernador Miguel Barbosa y duró en el encargo hasta que un lapsus colocó el último clavo en el ataúd tras el enredo declarativo unas horas antes de las movilizaciones del 8M.
La sucesora de Sorcia tiene dos circunstancias, pues mantiene una de las tesis centrales desde el inicio de la administración, en 2019, con un gabinete paritario, pero también se tiene una persona hecha en las aulas, la docencia y la administración pública, como se puede observar en su hoja de vida.
No sólo desde los inicios de su actividad docente frente a grupo, en una escuela rural pública unitaria -a donde casi nadie quiere ejercer el noble oficio de la enseñanza-, sino porque además, como tantas otras mujeres y hombres que van en busca de mejores condiciones de vida en Estados Unidos, fue migrante. Diseñó e implementó programas de estudios en español para empresarios cuya plantilla laboral estuviese integrada por personal latino.
Originaria de Huaquechula, en donde fue presidente municipal, era casi un destino manifiesto migrar al vecino país del norte. Fue empleada en un restaurante de comida griega y obrera en una fábrica de capital coreano en Nueva York, pero el tufo clasista suele juzgar por otros aspectos el desempeño público de quienes se mueven en el escenario.
La mujer que despacha en Educación se ha curtido más en las malas que en los tiempos de alto rendimiento electoral de su partido, el PRI. Ahora que encabeza esa institución pública, deberá demostrar con orden y disciplina para qué fue llevada ahí. Lo demás es lo de menos.