Alejandro Armenta Mier tiene algo a favor y algo en contra.
A favor, que es muy atrevido.
En contra: que por más golpes y pataleos que dé, quien lo debería ver aún no le toma la llamada. Es exactamente como sus espectaculares azules del litio.Ahí están. Se ven, pero no comunican absolutamente nada.
Ahora, por la pregunta de los 64 mil.
La cámara cinco en el set de televisión apunta al concursante, las miradas del público están sobre él.
Hay nerviosismo. Se hace un silencio aterrador. Los segundos se vuelven eternos. El conductor con cejas de azotador dice en el micrófono:
—Por el Gran Premio de los 64 mil pesos¿Alguien ya leyó el libro del litio?
El concursante ve de un lado a otro de la cámara. Se limpia el sudor. Con voz tímida responde:
—No.
—¡Perfectamente, bien contestado!
Fanfarrias. El público aplaude. Salen unas bailarinas. Se van a comerciales.
Y no, nadie ha comprado el librito. Si de por sí en México pocos leen. Si los políticos, la gran mayoría solo lee las solapas, ¿ustedes creen que van a ir corriendo a comprar el bestseller del senador morenista? Yo digo que no.
Alejandro Armenta tiene algo a favor y algo en contra.
A favor que, hasta hoy, es el favorito de las encuestas que se han dado a conocer. Y en eso no hay mentiras. Es quien está hasta arriba.
En contra que, por más rankings que se publiquen cada semana, quincena o mes, no alcanza a la encuesta más importante que es la que trae directamente el presidente López Obrador en la cabeza.
Hasta el momento no le han invitado a desayunar tamalitos de chipilín en Palacio Nacional. Es un buen soldado, pero quien saca las castañas del fuego en el Senado se llama Ricardo Monreal.
Es importantísimo ser conocido en la entidad, pero eso no es todo. Se necesita algo más. Y ese plus aún le falta al senador.
Ayer, en plena discusión del INAI, que haya sacado una propuesta de ley y luego reintegrarla, que le reventara la sesión en protestas, demuestra que aún no ha asumido el cargo de coordinador.
Le falta aún el toque.
Alejandro Armenta tiene algo a su favor y algo en su contra.
A favor, que tiene experiencia política. Y ahí está su pasado priista. Su época con Mario Marín, con López Zavala. Ya fue alcalde, funcionario y coordinador de campañas al Gobierno del estado.
En contra, su carácter. No sabe controlar sus emociones. Estalla. Es impulsivo. Lo recordamos cuando buscó la diputación federal en 2015 y confrontó al morenovallismo: había tomado la carretera y decía que los policías le habían golpeado y un par de uniformados lo veían gritar mientras se devoraban un mango petacón.
Sus empleados son igual de beligerantes que él y no soportan la crítica. Atacan hasta con bots.
Sin embargo, puede ser muy criticado, pero es uno de los dos finalistas de la contienda al 2024, no hay que ponerlo en duda.
Esperemos a que ya le inviten su tamal de chipilín.
Mientras tanto, después de esta columna, le pregunto a usted por el Gran Premio de los 64 mil pesos: ¿ya compró el libro del litio?