Cuando culmina un gobierno, la misión del periodista es hacer una revisión: qué se hizo bien, qué se hizo mal, a cuántos encarceló, a qué empresas benefició, a quiénes usó para bien, a quiénes usó para mal…
El periodismo, al final, es literatura. El patito feo de la literatura, quizá, pero literatura al fin.
El periodismo es historia.
No es un ensayo ni literario ni un texto biográfico, pero es la historia de lo inmediato. Con ello se escribe la biografía del poder.
Por supuesto, hay columnistas y periodistas que no lo ven así. Ellos quieren apoltronarse en las mesas del poder.Quieren ser los mensajeros oficiales. Siempre que escribo esa imagen, recuerdo a uno que hablaba de toros, se benefició e hizo millonario por el trabajo de muchos reporteros, pero él jamás ha escrito seriamente.Sólo se hizo socio de un triste policía judicial y siempre dijo que era periodista. Ese fue su nivel. Tendrá mucho dinero, pero su visión es la de la barandilla.
¡Bah!, ¡pamplinas!, pero esa es otra historia que alguna vez será digna de un recuento.
Regresemos a lo que nos interesa: cuando Mario Marín dejó el poder. Cuando López Zavala perdió, comenzó a salir a la luz pública el quién es quién del marinismo. Lo mismo ocurrió cuando llegó Miguel Barbosa al poder: las supuestas historias de corrupción del morenovallismo. Las factureras, las empresas que se beneficiaron salieron a la luz.
Ahora que ya no está Miguel Barbosa, la función de un buen periodista es diseccionar ese gobierno. Analizar qué se hizo bien, qué se hizo mal. Cuáles fueron sus límites y si es que existieron, quién era él.
Quién era su esposa, Rosario Orozco, y la influencia que tenía en esa administración. Qué se escribía. Quién era Verónica Vélez Macuil, quien actuaba más que directora de Comunicación Social, como la secretaria de Gobernación. Aunque ha trascendido que quien mandaba a prisión era más doña Rosario a quien veía como traidores a los que se acercaban a su esposo.
No se trata de hablar mal del que ya no está.
Se intenta al menos hacer un recuento del poder, porque esa es parte de la función periodística. Se escribe la historia todos los días. Es cierto que muchos pueden decir: “ah, pero no dijiste nada cuando estaba en el poder”. Tienen razón, pero el periodismo no es el encargado de la denuncia por la denuncia, sólo somos los informantes.
Los encargados son los partidos políticos.
Lo demás es activismo o militancia. Los buenos periodistas no son ni militantes ni activistas. Son periodistas, parte del poder, parte de la política, pero nada más.
Así que no hay que sorprenderse.
Lo que se hace es una visión de los vencidos.
Hay un poco de lo que no se dijo, porque si se decía caería uno en la cárcel. Vamos, somos periodistas, no héroes. Barbosa era un tipo inteligente, brillante, sin duda. En lo personal, siempre me cayó bien por atrevido, pero era muy rencoroso, todo lo arreglaba con carpetas de investigación o con auditorías enviadas desde la Secretaría de Finanzas.
¿Funcionó ese sistema?
Nunca ha servido.
Lo aplicó Mario Marín.
Lo utilizó Rafael Moreno Valle y lo perfeccionó Miguel Barbosa.
Las consecuencias de ello son que Fuente Ovejuna (el de Lope de Vega) al final se levanta en armas.
Los gobernadores que trascienden son los tolerantes, no los de golpe y porrazo.