24 Horas Puebla

Algo que nunca entendió el PAN poblano es que es un partido cacha votos. Que sus estrategias de campaña parecen salidas de una kermés del Instituto México o de una escuela de monjas y que, para decirlo en plata, son bastante ñoñas.

Que es un solo grupo quien mantiene una hegemonía y que no han creado cuadros.

Es lo mismo que hace 20 o 30 años, un solo grupo controla al partido blanquiazul y que nada pasa sino reciben línea. Hubo personajes quienes lo vieron y lo entendieron, sólo que, al final, se convirtieron en exactamente lo mismo: Luis Paredes y Rafael Moreno Valle.

Vámonos para atrás 20 años: Paredes fue líder de la Canaco, expulsado de la BUAP por ser FUA en los años setenta; fundador de la UPAEP en 1973. Convencido militante del Yunque. Él supo que su contrincante sería uno de los líderes de dicha organización católica clandestina: Pancho Emmelhainz.

Paredes sabía que quien respaldaría a Pancho Emmelhainz era el grupo del “Pastor” Paco Fraile. ¿Qué hizo el exlíder de la Canaco? Se fue a tocar puertas a cada uno de los vecinos que por años habían apoyado al PAN, les hizo ver que nunca les habían dado ni una regiduría ni la inspectoría auxiliar en El Aguacate.

Provocó la rebelión de los vencidos.

Les abrió los ojos al mostrarles que ellos habían sido carne de cañón, mientras que los que se sentían hijos de españoles o de apellidos Espina, Arrubarena, Puelles, Montiel se repartían los puestos entre ellos mismos y que todos esos cargos eran plurinominales, que no había gubernatura plurinominal porque ya la hubieran ganado.

Además de eso, Maximino Bear les abrió una jugosa chequera, compró votos y prometió puestos en el ayuntamiento. ¿El resultado? Luis Paredes golpeó a uno de los principales líderes de la ultraderecha poblana. Paredes ganó, después perdió el piso, se mareó, aunque, eso sí, fue brillante como urbanista y muchas de sus obras aún siguen ahí como el embellecimiento del zócalo o el distribuidor Juárez-Serdán.

Vino el caso de Rafael Moreno Valle quien al inicio pactó con el Yunque y después le hizo lo mismo que esa organización practica: los desplazó, los mandó a un rincón, a muchos los compró. Negoció y les dio puestos a aquellos que nunca les habían dado absolutamente nada.

El problema es que Moreno Valle no se encargó de formar cuadros. Fue él y solo él. Cuando falleció, el panismo quedó como gallina descabezada.

Tras la caída del morenovallismo, las familias tradicionales recobraron su partido. Impusieron a Augusta Díaz de Rivera y desde su llegada ha sido tropiezo tras tropiezo. Un día se les ocurre la brillante idea de ir a borrar bardas de los aspirantes de Morena y al final las pintas quedaron igual y sólo le hicieron el caldo más gordo al partido guinda.

Estrategias ñoñas de un partidito ñoño.

Nada, lo mismo que las pintas. Estrategias ñoñas.

¿Quién romperá esta hegemonía? Aquel que vuelva a convencer y hacerles ver que los militantes son sólo eso: instrumentos para que otros accedan al poder y se sienten en la mesa, mientras los demás cargan con ellos.