24 Horas Puebla

Conocí a un reportero de La Jornada que siempre hablaba en contra del poder, pero un día vi como un director de Comunicación Social le colocaba un cheque ya lleno y firmado en el bolsillo de su camisa.

Un día escuché que un jefe de prensa de un gobernador saludaba a un reportero —quien presume de impoluto—y le dijo: “¿Qué pasó, ¿cómo está?, oiga ya vimos lo de su papá allá en Atlixco. Ya quedó, ¿eh? El periodista metido a luchador social sonrió, se sonrojó y sólo dijo: “gracias”.

Cuando Mariano Piña Olaya gobernaba mandó a dos periodistas a Europa con todos los gastos pagados. Uno de ellos, quien ha sido uno de los mejores cronistas en Puebla y se volvió dueño de una estación radiofónica aceptó la invitación. Justo cuando el par de reporteros subía al avión en la Ciudad de México, el jefe de prensa de Piña Olaya marcó a todas las redacciones para decirles “¿qué creen?, ¿quién por fin dobló las manos con viaje a Europa y toda la cosa?”.

Fui testigo como un rector de la BUAP se llevó de viaje por Marruecos a un periodista que también juega al golpe de pecho.

Ni es bueno ni es malo lo que hicieron.

Es su decisión y, aunque algunos abogados fracasados que se sienten periodistas se enojen, también es ético llevar de comer al hogar. No es justificación. Si supieran que hay salarios de los trabajadores en medios de comunicación por debajo mínimo entenderían muchas cosas.

Y ya no hablemos de seguro social o todo tipo de prestaciones.

Lo aquí descrito no es apología de la corrupción, pero sí el fuera máscaras. Todos los periodistas tienen intereses, todos los dueños de los medios son empresarios que le apuestan al que va a ser. Algunos hasta les ponen oficinas a candidatos o se vuelven socios mientras están en el poder.

El viernes, por ejemplo, una lectora de noticias aseguró que los periodistas no se deben hacer ni cómplices ni amigos de los hombres de la política, pero ella, por cierto, ha fungido como jefa de prensa de Nadia Navarro. Es claro que ella no es ni cómplice ni amiga de la senadora, pero al final es una empleada. Ahora, si ella no es ni cómplice ni amiga, no la veo cuestionando el trabajo de la senadora ¿o sí?

Al final se ven peor los periodistas que “dignifican” la profesión y al final son parte de lo mismo. No es que esté a favor de la corrupción no se trata de eso, pero hasta el periodismo militante tiene un fin: ir contra el poder en turno para favorecer a otros.

Hay periodistas que en se sintieron zapatistas en 1994. Hay otros que atacan a un candidato a la gubernatura por Morena y dicen “es por dignificar la profesión”.

Pamplinas, les dieron una buena lana y ellos y nosotros lo sabemos.

Vean hoy a La Jornada se parece a El Sol de Puebla de los años 80 o 90. Tanto que lucharon para terminar siendo lo mismo que tanto criticaron.

PD. Les confesaré algo: honestamente me vale lo que hagan los periodistas con sus bolsillos y sus intereses. Tampoco me rasgo las vestiduras, sólo que me cae gorda la doble moral.