Decía Melquiades Morales Flores que la política es como el golf: gana quien menos golpes da.
¿Cómo saber quién será el abanderado(a) para el 2024 por Morena?
Para llegar a ese punto, primero habría que descifrar quien no será.
La primera característica es que él que no será electo se enoja, se enfurece, critica de manera abierta o tácita a sus adversarios, pero en especial aprovecha cualquier espacio periodístico para señalar con nombre o sin él a quien intenta desbancar.
La segunda característica de quien no será electo es la angustia. Esa preocupación se traduce en subir a sus redes todo tipo de mensajes: fotos, retuits, selfies, señales, para que vean que él también visita a los hombres del poder. Además de la angustia, de pronto está esa mirada perdida, que mira al infinito, pero porque está pensando, no está en el aquí y en el ahora, como dicen los budistas.
Muchas de esas imágenes son porque se coló en la foto. La necesita aunque sea fuera de contexto, pero es urgente que se mueva.
El que se mueve (en exceso) no sale en la foto, diría don Fidel.
La tercera: primero debe anticipar y decir que no será un dedazo, después, si es que no le tocó “el dedazo” saldrá a decir que fue una imposición, que siempre sí hubo dedazo. No atacará al presidente, lo más seguro es que critique al líder nacional de Morena, como ya ocurrió en Coahuila.
Cuarta: Los hombres de negocios. Los principales hombres del poder económico o no están con él o lo abandonan. Es interesante este punto porque aún en las épocas de rebeldía, cuando Melquiades Morales o Mario Marín, los empresarios, los de a de veras, no los empleados del Yunque se mantuvieron firmes en esa rebeldía.
Y todo eso se ve, se nota, quizá él o ella no se dan cuenta que esos movimientos se perciben. Los ve el bolero del zócalo, el vendedor del periódico, el chofer y hasta el ama de casa un poco triste.
Un ejemplo muy claro fue Germán Sierra en el 2004, en esa precampaña se le veía nervioso, preocupado, se la pasó criticando a sus adversarios y al final la decisión no fue para él. Pocos empresarios se quedaron a apoyarlo. El mismo ejemplo para 1998, se la pasó atacando a Melquiades Morales a quien en un acto público, lo calificó como dinosaurio y a José Luis Flores a quien le dijo tecnócrata.
En cambio, ¿cómo saber quién es él o la favorecida en los tiempos de sucesión?
Sin duda vive un estrés máximo y hay preocupación, pero no se le nota.
Está sonriente.
La mirada cambia, brilla. Todo se ve en la mirada. No está cabizbajo, con los ojos puestos en el suelo. Camina, sin forzarse, erguido. Saluda a todos, incluso a aquellos que lo han maltratado. Los abraza como si fueran grandes amigos. Podría decirse que hasta tiene esa actitud pícara, del niño travieso que sabe qué hizo, pero no lo puede revelar.
Sus mensajes no son para sus adversarios. Las conferencias de prensa son uno o dos golpes bien acomodados a sus contrincantes.
Sí, por supuesto, él también presume de sus apoyos y sus reuniones, pero no aprovecha cualquier acto para colarse en la foto y salir como Mike Wasowsky, aquel personaje de Monsters Inc.
Todo está en observar. Todos los seguidores de todos los equipos dirán que su jefe o jefa es la buena.
Pero al final, hay que regresar a los consejos de don Melquiades Morales: gana el que menos golpes da.