Las encuestas son un método estadístico que sirve para tener una radiografía de un momento específico (coyuntura). En otras columnas he hablado brevemente sobre su historia en la opinión pública (desde la segunda mitad del siglo XX), así com su historia en México (después de 1988 y el inicio de la transición a la democracia); sin embargo, algo que no he expuesto es su uso perverso para manipular la opinión pública, su sesgo metodológico o de las abiertas mentiras que muchas veces se exponen para confundir al electorado indeciso.

¿Cuál puede ser el incentivo para mentir en una encuesta? Básicamente: controlar las percepciones, recordemos que según la teoría de La espiral del silencio, de Elisabeth Neumann, los indecisos se suman a las opiniones mayoritarias para no ser excluidos socialmente, de ahí que, muchas veces ante el desconocimiento de un tema, para evitar el yerro, simplemente nos sumamos a la opinión más verosímil o mayoritaria.

Sin embargo, esta tendencia a mentir en las encuestas ha llevado a que pierdan credibilidad y a que ante la opinión pública cada aspirante tenga sus propias encuestas, nutriendo el mito de “el que paga manda”. No es así, hay de encuestas a encuestas, a nivel nacional, por ejemplo, las del periódico Reforma han sido las más certeras, seguida de Polls MX, la del Financiero y hasta Consulta Mitofsky.

Mientras que las que tienen tendencias extrañísimas son las que han publicado Campaign and Elections, Ruta Electoral, Massive Caller y Demoscopia Digital. La gran diferencia consiste en la manera en la que se recogen los resultados, y el número de muestras que se aplican en un determinado territorio. Una encuesta telefónica o en redes sociales es igual de creíble que un concurso infantil donde el ganador es quien se lleve más aplausos.

La encuesta determinante es territorial, cara a cara (face to face), con un algoritmo que garantice que no se concentren las muestras en un territorio específico, pero que sea lo suficientemente representativo para estimar un resultado general, más no para sustituir el resultado de un sondeo, o de una elección; además, las encuestas son temporales, las tendencias cambian semana a semana y ante la opinión pública, todo puede pasar.

Ante la fiebre política, la guerra de encuestas y espectaculares puede ser engañosa. En Puebla hay dos punteros, su diferencia sigue siendo grande, pero cada vez más corta, a uno le conviene que la encuesta sea pronto y a otro, que se prolongue hasta diciembre, lo cierto es que mes a mes, la tendencia cambia y solo la constancia hará que la tendencia se sostenga o que aumente para uno u otro.