“No me distrae, ni me obsesiona, ni me quita la atención o el sueño”, esto dice Rodrigo Abdala, delegado de los Programas de Bienestar en Puebla, con respecto a su deseo de ser el candidato al gobierno estatal por Morena.
Y, en efecto, se le ve, hoy, en este gobierno de Sergio Salomón Céspedes, muy contento y en paz, recorrer todo el estado con una de las más nobles -o redituables social y políticamente- tareas, entregar las becas lo mismo a madres de familia, que estudiantes o personas de la tercera edad. Para nada poca cosa.
Una cuenta muy básica enmarca la fortaleza de Rodrigo Abdala en la puja por 2024.
En Puebla, como en el resto del país, un programa que ha resultado sumamente rentable, es el de las Becas Benito Juárez, que en el estado beneficia a más de 755 mil 500 estudiantes de educación básica, media superior y superior de escuelas pública.
Otro más, por ejemplo, es de Apoyo a Niñas y Niños de Madres Trabajadoras, a través del cual más de 10 mil 500 mujeres en esa condición reciben un apoyo económico mensual de mil 600 pesos y 3 mil 600 si alguno de los menores vive con discapacidad.
Claro que cuando Abdala Dartigues dice estar permanentemente dedicado a su trabajo no bromea. Ni cuando afirma que, en este momento para él, lo más importante es dar resultados en la delegación.
Y es que, se transforma en una cadena de ascenso nada despreciable, por el contrario, Rodrigo Abdala será un factor de triunfo en 2024.
Estará en la boleta, eso es prácticamente un hecho. Pero si no es para gobernador, quien lo sea, seguramente se sentará con él a tomar un muy largo café; su capital político pesa, algo así como más de 2 millones de beneficiarios de alguno de los 34 programas existentes, de acuerdo con lo que el propio presidente López Obrador dio a conocer en su Cuarto Informe de Gobierno. En cada uno de los 217 municipios hay familias empadronadas y, seguramente, agradecidas.
Por cierto, muy contento anduvo en Chignahuapan Rodrigo Abdala, donde inauguró uno de los Bancos del Bienestar. Buen discurso, buen orador y también buen operador. Ahí, en todo momento lo acompañó su amigo el consejero estatal de Morena, Jorge Peláez, El Coque.
Ventanas Rotas (2)
Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford, realizó un experimento social en 1969. Abandonaron un coche sin placas, puertas abiertas, en el peligroso barrio neoyorquino del Bronx. En cosa de minutos, la unidad empezó a ser desmantelada, en unos días nada de valor restaba por robarse del vehículo.
Posteriormente, el psicólogo abandonó otro auto, en las mismas condiciones, pero en Palo Alto, California, sitio diametralmente opuesto: lujoso, habitado por familias con solidez financiera. Pasó una semana y no hubo reacción, así que Zimbardo rompió una de las ventanas, el coche pasó del buen estado a mostrar un signo, sólo uno, de deterioro y abandono.
Los muy acaudalados habitantes de Palo Alto destrozaron la unidad con la misma habilidad que los pobres del Bronx. El hecho en su conjunto dio paso a la teoría del “Síndrome de las ventanas rotas”, que explicarían años más tarde los científicos sociales James Wilson y George Kelling.
Tristemente esto es lo que a diario observamos en la sociedad, sin distingo por el nivel de pobreza o riqueza, los depredadores detectan cuando una mujer o niña vive en condición de vulnerabilidad: la ventana rota puede reflejarse en un sinfín de situaciones, abuso sexual en el hogar, violencia familiar, padre o madre abusiva, adicciones en casa, pobreza extrema.
El depredador observa y elige a su víctima, simple y sencillamente termina de “desmantelar” a la persona. Sabe que, si a la “ventana rota” le añade otra lesión, no pasará nada y, en efecto, no pasa nada.
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