24 Horas Puebla

A partir de hoy, hasta que designen por dedazo (encuesta) al candidato a la gubernatura por Morena, habrá que aprender a escribir de puntitas, despacio y sin alterarse. Haciendo a un lado la ansiedad, el hígado, los intestinos, el bofe, el cuajo, la panza, el menudo, los machitos, el suadero, los de ojo, uno de lengua y dos de trompa (con todo y un Boing de guayaba bien frío, por favor, güero).

Es decir, sin vísceras.

Todo lo que se diga será usado en nuestra contra.

Los matraqueros de los candidatos y sus cuentas falsas en redes sociales, serán los primeros que etiqueten a los periodistas:

“Ese güey está con… (pónganle el nombre que guste: sea él, ella o elle)”.

“Se ve que lo andan maiceando”.

Pinches chayoteroooos”.

Y demás lindezas, algunas muy ingeniosas y, la mayoría, lugares comunes o descalificaciones ad hominem.

Sea o no cierto, como hay tanto en juego y los operadores de los aspirantes todo lo ven en blanco y negro. Será un momento en el que cualquier opinión podría ser usada en nuestra contra.

Habrá quien haga el caldo gordo. Habrá quien se coloque su disfraz de gatillero contra tal o cual aspirante, habrá quien piense que aún gobierna Miguel Barbosa o se acostumbró a esa época y se quedó con el estilillo aquel de descalificar con el abuso de los adjetivos.

Desde Mario Marín, parte de la prensa ha sucumbido. Cuando se jugaba la candidatura a la gubernatura en 2010, no faltaron los reporteros que se subieron a descalificar a Rafael Moreno Valle y subieron aquel video hechizo de Las princesas de Atlixco.

Quienes patrocinaron ese bulo, por cierto, abandonaron a algunos de los periodistas que se pasaron de intrépidos. Luego, llegó el morenovallismo que aplastó y corrió con suerte que los candidatos del PRI fueron muy vulnerables, porque también usó gatilleros.

Cuando Miguel Barbosa contendió por primera vez por Casa Aguayo, muchos se subieron a la guerra. En la segunda vuelta, tras la muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso, tuvieron que guardar las armas y olvidar porque estaba clarísimo que Morena le ganaría a Enrique Cárdenas.

Llegó Miguel Barbosa y no quedó más que usar la política “nalgas contra la pared” y en ese tipo de regímenes, se descarta la libre expresión, porque lo que se busca es la uniformidad sin inconformidad.

Fingir para sobrevivir. Es cierto, que nadie criticó al exgobernador estando vivo y que hacerlo hoy es cuestionable, pero pues existía el riesgo de auditorías o en el peor de los casos, pisar la cárcel.

Se juega mucho en lo que viene.

De los aspirantes, habrá quien será como el elefante (diría el doctor Alfredo Toxqui): piel gruesa para aguantar las críticas; orejas grandes para escuchar; pies fuertes para paso firme; trompa larga para acercarse a los demás y sobre todo cola muy corta para poder opinar.

Habrá quien llegue a cobrar venganza, como ya ha ocurrido al menos en dos ocasiones en Puebla.

Por eso, cualquier cosa que se opine a favor o en contra será tachado de un plumazo, porque para los que aspiran a detentar el poder, no existen los claroscuros, sólo es blanco o negro. El poder y los comportamientos narcisistas, manipuladores y sociópatas, por alguna razón, van de la mano.