Que hoy se dará a conocer a la favorita en las encuestas, ¡uy, qué sorpresa!
Redoble de tambores.
Un comediante aparece en el escenario. Cuenta chistes y baila tap; no provoca ninguna carcajada, nadie se fija en él. Un parroquiano ebrio se queda dormido en su mesa y se desparrama mientras representan esa gracejada llamada democracia.
La misma historia de siempre.
Ayer por la mañana, Mario Delgado, como un actor mal pagado de Televisa, caminaba en un largo salón y mostraba las papeletas, explicaba a una cámara de video que casas encuestadoras habían participado. Hablaba de la democracia y la participación de bla, bla, bla. Los extras contratados portaban una especie de chalecos y fingían acomodar paquetes, mientras la cámara apuntaba al líder de los morenos.
El público continuaba apático.
Los licenciados Fojaco de todas las entidades federativas —donde gobierna el Movimiento—, ensayaron desde anoche sus publicaciones en X (antes Twitter). Como no saben escribir, pusieron sus textos primero en un Word y comprobaron que no les marcara ningún error. Que no los subrayara con rojo o azul.
“Más vale”, pensaron, “nunca falta un pinche periodista mal parido que quiera burlarse de uno, nomás porque no es tan letrado”. En algo tienen razón, el Sensacional de Fojacos tiene muchos dibujos y pocas letras. Hablan de amor, de política, de secretarias, de obra pública, de embutes periodísticos, de compra de votos y sobre todo de “la bohemia musical”.
Los Fojaco ordenaron a los Menchaca y a los Popócatl que les buscaran sus mejores fotos con la candidata en una de sus giras. Ordenaron comunicarse con todos los presidentes municipales del estado para que, cada uno, ponga al menos 5 camiones retacados de acarreados.
—Y si no te cumplen, ya sabes.
—Sí, licenciado.
—Ahí agarra del cajón. Ahí hay dinero de lo de que sacamos de aquel tema. Me dejas una nota de cuanto tomaste. Sólo es para los camiones, ¿eh? No te lo vayas a chingar.
—Sí, licenciado.
—Ah, y antes pasas por mi señora y la acompañas al Costco.
—Sí, licenciado.
—Háblale a Lulú, que me espere donde ya sabe, que hoy la veo. Que se ponga la ropa interior que le compré. Y llevas a los niños a clases de natación, mientras veo a Lulis.
—Sí, licenciado.
—Hay que estar en la Ciudad de México, a las 10 de la mañana.
—Sí, licenciado.
—Ya chingamos, Manubrio.
—Sí, mi licenciado.
Ambos, como moscas frente al excremento, se soban las manos.
En tanto, el compañero Noroña, ahora sí, pondrá a prueba su levantamiento de brazo. Todos los días sin excepción, el diputado federal, cargaba en cada mano un bote de leche Nido llena de cemento.
Extendía sus extremidades para no quedar mal en el momento del destape. El compañero vela armas y espera impaciente el momento para gritar “¡compañera! ¡Viva la unidad! ¡Fuera lo conservadores!”, y así mostrar las diferentes formas para levantarle el bracito a la elegida.
El compañero está nervioso, aún no sabe que brazo usará si el izquierdo o el derecho.
Manuel Velasco no dejó de mirarse en el espejo, no lleva puesta su camiseta. Mueve sus pectorales. Uno pezón se le ve más caído que su par. Sigue moviendo cada uno de sus pechos. Desde la semana pasada, el Güero mandó a traer al mejor estilista de Chiapas, porque sabe que es su momento de lucirse con la 4T.
El escenario ya estaba puesto desde hace meses.
Todos sabían qué ocurriría hoy.
Ruiz Cortines prepara sus mejores palabras: “nos chingaron compadre, ni modo”.
El espíritu de Álvaro Obregón resurgirá del más allá para estar más pa’cá, con un “mira nada más cómo te dejaron, Marcelo”.
Habrá payasos, focas aplaudidoras, columnistas matraqueros, que hablarán de democracia, mientras el respetable no reirá, estará apático, algún borrachín se caerá de su asiento.